La semana que termina no será de grata recordación para quienes promueven el desarrollo de la infraestructura en Colombia. Y es que a la trágica caída de una sección del puente Chirajara, que estaba cerca de ser concluido, se suma la noticia sobre el comienzo del proceso de caducidad del contrato por más de un billón de pesos que tiene como propósito completar el tramo de doble calzada entre Buga y Mediacanoa, clave para el tránsito que va y viene de Buenaventura.
En este último caso, conocedores del asunto sostienen que los temas de consulta a comunidades e inestabilidad del terreno hicieron imposible cumplir los cronogramas. Sea cual sea la razón, lo cierto es que este tropiezo se suma al que experimenta el túnel de La Línea, cuya terminación tampoco tendrá lugar en el 2018. Puesto de otra manera, el anhelo de mejorar radicalmente la conectividad de la capital de la República con el principal puerto del país, vuelve a quedar aplazado hasta nuevo aviso.
Y los reportes no son mejores en otros frentes. Tal vez el caso más inquietante es el de la Ruta del Sol, que por ahora está bajo la sombra. En lo que atañe al primer tramo, el cuello de botella entre Villeta y Guaduas seguirá así durante varios años más, incluso si la propuesta de iniciativa privada para hacer un túnel, recibe la luz verde. Con respecto a la segunda parte, afectada por el escándalo de Odebrecht, todavía no se define el nombre del contratista encargado de retomar la obra. Para colmo de males, la tercera fase muestra grandes atrasos, sin hablar de los alegatos de pagos ilegales que le ponen un enorme signo de interrogación al proyecto.
La lista sigue con el nuevo puente que atravesará el río Magdalena para unir a Barranquilla con Santa Marta. Una inspección a los trabajos mostró que hay un atraso cercano a los seis meses, aparte de los reclamos del contratista que pide sumas adicionales atribuibles a imprevistos y cambios en el diseño original. Y en lo que atañe a la vía fluvial, el plan de aumentar la navegabilidad sigue en veremos tras la debacle de Navelena.
Todo lo anterior, da la sensación de que la locomotora de la infraestructura vuelve a encontrar obstáculos insalvables en la carrilera. Las redes sociales abundan en comentarios descalificando el esfuerzo de los últimos años y poniendo en duda la conclusión de lo que está pendiente.
A este respecto, los conocedores piden que se reaccione con cabeza fría. Según este punto de vista, es verdad que algunos trayectos emblemáticos enfrentan dificultades, pero eso no oculta que decenas de iniciativas siguen avanzando. Las señales disponibles sugieren que los escollos que impedían un puñado de cierres financieros atados al programa de concesiones viales de cuarta generación fueron superados, por lo cual el flujo de recursos para la actividad debería ser mucho mayor en los meses que vienen.
Por otro lado, hay una buena cantidad de frentes de trabajo que avanzan sin hacer ruido, por la sencilla razón de que no encuentran imprevistos. Desde el anillo vial en inmediaciones de Cartagena, hasta la carretera que unirá a Girardot con Puerto Salgar, en Cundinamarca, pasando por las 4G de Antioquia, lo que se ve es un gran movimiento de tierra, colocación de placa asfáltica e índices de avance que se ajustan a lo firmado.
Debido a ello, es obligación de las autoridades responsables entregar un balance que reconozca las dificultades de manera realista, pero que también deje en claro que el empeño de mejorar la movilidad terrestre a lo largo y ancho del territorio nacional no se ha detenido. Dicho de otra forma, hay que impedir a toda costa que el derrotismo afecte la marcha del programa vial, pues aquí la única opción que sirve es seguir adelante y, en la medida de lo posible, recuperar el tiempo perdido.