A primera vista, se trata de una institución más. No obstante, quienes saben del asunto destacan la trascendencia de lo que sucedió el viernes en Bogotá, cuando se concretó la creación de un Centro para el Desarrollo Sostenible en la Universidad de los Andes que forma parte de la Red de Soluciones sobre el mismo tema, liderada por el profesor Jeffrey Sachs desde la Universidad de Columbia, en Nueva York. Se trata del primer centro acreditado en América Latina, que tiene como propósito promover la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la región, mediante una agenda de investigación interdisciplinaria con la presencia de múltiples actores. La entidad impulsará la formación de líderes y servirá para que se redacten propuestas de políticas públicas.
El desafío no es menor. Con la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) por parte de los 189 países adscritos a las Naciones Unidas en el año 2000, por primera vez hubo un acuerdo global para alcanzar –en un plazo de 15 años– una serie de metas sociales que definió en buena parte la agenda de un gran número de Estados al comenzar el siglo XXI. Si bien solo un grupo pequeño logró superar las metas propuestas, es indudable que a lo largo de esa década y media se alcanzaron grandes progresos en la reducción de la pobreza y en la calidad de vida de millones de personas a lo largo y ancho de los cinco continentes.
Los ODM ayudaron a que muchos países focalizaran recursos en inversión social y que además pudieran visibilizarse temas como igualdad de género y conservación del medio ambiente. Tras lo conseguido, un grupo de funcionarios de varios gobiernos, incluyendo a la colombiana Paula Caballero, quiso capitalizar esta experiencia, actualizarla y darle un alcance mas integral. Con gran paciencia y poder de convencimiento, acabó siendo posible definir los ODS, que reconocen que la sostenibilidad económica, social y ambiental están estrechamente vinculadas. Ello explica la inclusión de tópicos nuevos como el de ciudades y comunidades sostenibles o el de industria, innovación e infraestructura.
Tras pasar por el plenario de la ONU, la cuenta quedó en 17 objetivos y 169 metas con miras a ser cumplidas en el 2030. Algunas son ambiciosas, como erradicar la pobreza extrema en el planeta y garantizar la sostenibilidad, preservando los recursos naturales existentes. Colombia ya hizo el oficio de incorporar esas tareas en su agenda interna, tras la aprobación de un documento Conpes a comienzos de este año.
Algunos dirán que estas son solo buenas intenciones. Sin embargo, la positiva experiencia con los ODM sugiere lo contrario. Al ponerse de acuerdo en hitos concretos y en cómo medir el progreso, se genera entre los países un interesante efecto de emulación. Aquellos que establecen políticas y programas exitosos y muestran progresos se vuelven referentes para otros, con lo cual se diseminan mas rápidamente las buenas prácticas.
Lo contrario también es cierto, pues todos sacan lecciones rápidamente de las estrategias que no funcionan. Por ello el Centro para el Desarrollo Sostenible tiene la posibilidad de jugar un papel crucial en la asimilación de experiencias locales e internacionales y en hacer propuestas para mejorar la efectividad y costo eficiencia de diversas políticas públicas. Además, hay campo para comprometer a otros actores, empezando por el sector privado, para apalancar recursos y ayudar a replantear la sostenibilidad de largo plazo en las estrategias de desarrollo futuras.
Por tal motivo, se impone un reconocimiento. Lo conseguido es un justo premio a la persistencia de la Universidad de los Andes, en general, y del profesor Manuel Rodríguez, en particular. Pero el verdadero trabajo es el que comienza a partir de ahora.