Cuando hace unos meses volvió a subir en Colombia la intensidad del debate alrededor del uso de técnicas no convencionales para la explotación de hidrocarburos, surgió la idea de conformar una comisión interdisciplinaria de especialistas para que le diera una mirada al tema. El grupo, integrado por 11 académicos nacionales y dos extranjeros, trabajó a lo largo de tres meses, enfocándose en los aspectos que involucra el uso del fracturamiento hidráulico en pozos horizontales, más conocido como fracking.
Los expertos se concentraron en el proceso de exploración y no en el de explotación. Su labor se concentró en la zona del Magdalena Medio, identificada como la de mayores prospectos en el territorio nacional, debido a la presencia en el subsuelo de la formación rocosa conocida como ‘La Luna’. Es en esta parte del país en donde el debate ha sido particularmente intenso y las comunidades expresan mayor preocupación por las afectaciones que podrían darse.
Las inquietudes incluyen asuntos como sismicidad, calidad del agua, medioambiente e impacto para las poblaciones vecinas a los campos petroleros. Es indudable que la información que circula por las redes sociales e internet ha contribuido a despertar temores y polarizar posiciones.
En ese sentido, es positivo lo hecho por una serie de personas de las más altas calidades, que se tomó el tiempo necesario para escuchar a un buen número de grupos de interés en departamentos como Antioquia y Santander. De ahí salieron recomendaciones que se presentaron ayer, aunque el texto completo se conocerá la próxima semana.
El resultado bien puede calificarse como positivo. Entre lo que podría describirse como un triunfo del sentido común, los expertos aconsejaron iniciar proyectos pilotos integrales, previo el cumplimiento de una serie de condiciones. Estas comprenden ajustarse a la ley de transparencia para dar a conocer la información disponible e identificar vacíos en conocimiento; identificar y divulgar la tecnología que se utilizaría; acordar sistemas de manejo de riesgos y mecanismos de participación y veeduría ciudadana, entre otros puntos.
Los pasos señalados son claves para que el fracking obtenga la licencia social con la que hoy no cuenta. En la medida en que se pueda demostrar que la tecnología es segura, que se reconocen las preocupaciones de los pobladores de las regiones involucradas y que se encara con determinación el desafío de avanzar por el camino de manera responsable, las prevenciones actuales disminuirán su intensidad.
Al respecto, no faltará quienes señalen que la ruta es más larga que la usual. Aunque eso es cierto, también puede decirse que esa vía es la que permite avanzar más lejos, pues le da cimientos mucho más firmes a lo que se construya de ahora en adelante.
Sobra decir que algunos sectores radicales de la opinión, reaccionaron de manera negativa a lo dicho por la Comisión. A fin de cuentas, cualquier alternativa distinta a una proscripción permanente y definitiva del fracturamiento hidraúlico, despierta el rechazo de aquellos que están en contra de que se perfore el subsuelo.
Sin embargo, aquí lo que procede es avanzar paso a paso, con el fin de evaluar los resultados de la fase piloto e ir creando una estructura institucional adecuada. Los defensores de la técnica, que muestran la experiencia exitosa de otras latitudes, deberían comprometerse con asegurar que los estándares sean los más elevados posible.
Solo así, el debate dejará de ser teórico y estará asentado en la realidad. Ahora lo que le corresponde al Gobierno es liderar el proceso para que las recomendaciones recibidas se incorporen a la política y los proyectos piloto se concreten.
De salir bien las cosas, el país podría atraer inversiones que ayudarían a que el fantasma de la pérdida de la autosuficiencia petrolera se esfume. Pero ello exige que los temores que hoy abundan desaparezcan y la ecuación de hidrocarburos y desarrollo opere para bien de las comunidades y de Colombia entera.