MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Ricardo Ávila
Editorial

Fuera del radar

Según la Fao y la Ocde, las perspectivas de América Latina en producción de alimentos son buenas, pero Colombia no aparece en esas cuentas.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Ningún estudioso del tema pone en duda que Colombia tiene un gran potencial en materia agropecuaria, debido a la cantidad de tierra que posee y a su gran riqueza hídrica. El problema es que los especialistas no consideran que esas posibilidades se vayan a volver realidad ni en el corto ni en el mediano plazo.

Palabras más, palabras menos, eso es lo que se desprende del informe conjunto que presentaron la semana pasada la FAO y la Ocde sobre las perspectivas de la producción de alimentos en el mundo, hasta el 2027. De acuerdo con el documento, todo apunta a una relativa tranquilidad en un planeta en el cual la demanda de comida avanzaría a un ritmo lento, atado principalmente a la expansión de la población del planeta.

Mientras ello sucede, el rendimiento de las cosechas sigue en aumento, con lo cual ha tenido lugar una subida de los inventarios, como es el caso de los cereales. El buen abastecimiento hace pensar que las cotizaciones de trigo, soya, maíz o carne de vacuno mostrarán tendencia a la baja. Algunas excepciones notables son azúcar y aceites comestibles, categorías en las cuales el país cuenta con algún margen de maniobra.

Lo anterior no quiere decir que estén descartados los fenómenos de escasez. La alteración en los parámetros del clima es conocida, lo que puede traducirse en problemas puntuales dependiendo de la zona del globo que se vea afectada por sequías o precipitaciones intensas. Aun así, dado que no se prevén transformaciones aceleradas como la que disparó la mejora del ingreso que experimentó China y que se expresó en una mayor demanda de proteínas, la expectativa es que habrá menos sobresaltos que en la primera década de este siglo.

Además, despensas como América Latina seguirán aportando su cuota. El estudio en cuestión señala que la producción agrícola y pesquera de la región subirá 17 por ciento en estos diez años que vienen. De ese total, algo más de la mitad es atribuible al incremento en el área cultivable, mientras 39 por ciento adicional correrá por cuenta de la actividad ganadera.

Parte de la mejoría prevista está relacionada con productividades más elevadas, atadas al cambio tecnológico. Al mismo tiempo, se cree que la frontera arable subirá en once millones de hectáreas, de las cuales casi dos terceras partes se dedicarán a la soya, cuyos grandes jugadores son Brasil, Paraguay y Argentina.

Tampoco son menores los avances que se prevén en el negocio de la acuicultura. En la medida en que el consumo de pescado mantiene su tendencia creciente, la perspectiva es que las granjas existentes en Brasil y Chile seguirán con sus proyectos de expansión, aparte de lo que faenan flotas como la peruana.

El panorama señalado confirma que Latinoamérica, y particularmente la parte sur del Continente, seguirán siendo grandes exportadores de alimentos. Medidas como la mejora del régimen impositivo en Argentina podrían traducirse en un auge de las ventas de maíz, incluso en un escenario de presiones proteccionistas que involucra a las grandes potencias.

Tristemente, el nombre de Colombia brilla por su ausencia en la mayoría de los análisis. A pesar de que sobre el papel podríamos triplicar el área sembrada y mejorar el rendimiento de lo que se cosecha en los diferentes pisos térmicos, las entidades mencionadas no consideran que vayamos a ser un jugador importante en el ramo agrícola.

Lo anterior sin hablar de nuestras opciones en ganadería intensiva o de las promesas de la palma de aceite, para no mencionar la necesidad de volvernos autosuficientes en materia alimentaria. La explicación más simple de esa ausencia es que seguimos siendo una promesa, no una realidad. Y hasta tanto no hagamos la tarea pendiente, no vamos a aparecer en el radar de la producción agrícola en el mundo.

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