Una de esas frases que se ha convertido en casi un estribillo en Colombia es la que afirma que “el país está peor que nunca”. Según esa visión, no hemos hecho más que dar marcha atrás, sobre todo en la presente administración. Y aunque cada cual tiene la libertad de mirar las cosas con el cristal que desee, vale la pena hacer comparaciones, sobre todo en lo que atañe al bienestar social.
En tal sentido, la más reciente entrega de la Encuesta de Calidad de Vida, realizada por el Dane, permite no solo examinar cómo hemos venido cambiando, no solo frente al 2016, sino con respecto a épocas anteriores, y también los progresos alcanzados. Una revisión desapasionada a las cifras muestra una llamativa evolución que merece múltiples análisis y que lleva a la conclusión de el vaso no está medio vacío.
Todo esto sucede en una nación distinta. Para citar un caso concreto, el promedio de personas por hogar pasó de 4,2 a 3,3 entre 1997 y 2017. Esto es el resultado de un alza considerable en los hogares unipersonales (15,8 por ciento del total) o de las parejas sin hijos (10,4 por ciento).
No menos llamativo es observar el avance en la cobertura de servicios públicos. En los pasados 20 años el alcance de la electricidad pasó de 93,8 a 99,5 por ciento; la de gas natural, de 18,9 a 64,8 por ciento; la de acueducto, de 85,6 a 90,3 por ciento, y la de alcantarillado, de 70,8 a 78,6 por ciento. Sobra decir que en el caso de las cabeceras esas proporciones son más altas, pero la brecha también se ha cerrado en las zonas rurales.
La revolución de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones forma parte del día a día de la mayoría de la población. El año pasado había al menos un celular en 96,4 por ciento de los hogares, cuando en el 2003 la penetración de la telefonía móvil era el 17,7 por ciento. A su vez, la conexión a internet que le llegaba al 12,8 por ciento de las familias en el 2008, ahora es del 50 por ciento, y para la televisión por suscripción, el salto fue de 48,3 a 73,4 por ciento en el mismo lapso.
En cuanto a los electrodomésticos, el cambio también es notable. Dos décadas atrás había una nevera en dos de cada tres casas, y en el 2017 esa penetración ascendió a 86,5 por ciento. Más impresionante todavía es lo ocurrido con las máquinas lavadoras, que pasaron del 19,4 al 63,6 por ciento en el mismo lapso.
También son interesantes las calificaciones subjetivas. En el 2003, 67,1 por ciento de los jefes de hogar entrevistados se consideraron pobres, un guarismo que bajó al 29,6 por ciento el año pasado. Por cierto, esa proporción es inferior en cuatro puntos porcentuales a las del 2016, con lo cual se podría inferir que el descenso en la pobreza monetaria, revelado unos días atrás, coincide, en parte, con esta apreciación.
Y en cuanto a la satisfacción con la vida en general, el promedio de calificación llegó a 8,3 en una escala de uno a diez, un valor elevado. De hecho, casi una tercera parte de los mayores de 15 años se puso la nota más alta, mientras que apenas el 2,8 por ciento se ubicó por debajo de cuatro.
En cuanto a los retrocesos, llama la atención la menor percepción de seguridad, especialmente en las ciudades. Al mismo tiempo, 34,7 por ciento de los encuestados dijeron que los ingresos de su hogar no alcanzan para cubrir los gastos mínimos, 2,6 puntos porcentuales más que en el 2016.
Aun así, el parte es alentador. Sin desconocer que el pesimismo es la nota prevaleciente en la opinión, los datos confirman que la calidad de vida de los colombianos es mayor ahora y viene subiendo de manera continua en lo que va del siglo. Es de imaginar que la insatisfacción tiene que ver con la política o los escándalos de corrupción, pero en cuanto a datos duros, las estadísticas sugieren que el país está mejor que antes, y no al revés.