A ninguna persona a la que le interese el tema de Venezuela se le ocurre un desenlace diferente al del triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del próximo domingo. Con los principales líderes de la oposición bajo prisión, arresto domiciliario o exilio, la presencia de un par de figuras menores en el tarjetón no sirve para disimular lo que representan los comicios del 20 de mayo: una carrera de uno que busca legitimar un régimen dictatorial, decidido a quedarse en el poder a toda costa.
Sin embargo, así celebre su victoria con las consignas de siempre, no hay duda de que el festejo del inquilino del Palacio de Miraflores durará poco. El motivo es que la época que viene para el país vecino será todavía más dura que la actual, debido a factores relacionados con la economía.
Así lo indica el desplome en la producción petrolera que ya estaría por debajo de los 1,5 millones de barriles diarios, una cifra muy inferior a los 3,25 millones de barriles del 2008. Y las cosas no se detienen ahí. Los analistas pronostican que para el cierre de este año el dato estaría en 1,1 millones, con posibilidades de que baje del millón.
La causa de semejante debacle no es otra que la incapacidad de la revolución bolivariana para manejar la que es casi su única fuente de recursos externos. Años de corrupción, decisiones erróneas y pérdida de su personal más calificado, han devastado a PDVSA.
El ejemplo más reciente es la designación del mayor general Manuel Quevedo al frente de la petrolera estatal. Tras la promesa inicial de acabar con la corrupción y conseguir que el bombeo subiera en un millón de barriles diarios, los hechos hablan por sí solos.
Para colmo de males, el militar está en pie de guerra con las multinacionales que todavía operan en territorio vecino. El arresto de dos ejecutivos de Chevron a finales de abril, probablemente significa el fin de esa relación, clave para mantener algunos campos en funcionamiento.
Si a lo anterior se le agrega que ConocoPhillips tomó posesión de los activos de PDVSA en Bonaire y Curazao, tras ganarle un litigio internacional por valor de 2.000 millones de dólares, la labor de exportar hidrocarburos se ha hecho aun más difícil. Incluso los tanqueros de esta última debieron devolverse a Maracaibo para evitar el riesgo de un decomiso.
Así las cosas, Venezuela está incumpliendo sus compromisos con China que había sido su respaldo hasta ahora, mientras que con Rusia también parece haber dificultades. Aislado internacionalmente, el régimen chavista no tiene puertas que tocar, pues sus amigos se cuentan con los dedos de una mano e incluyen a Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua, cuyos tropiezos son conocidos.
Todo lo anterior apunta a una situación desesperada que, seguramente, agravará una realidad social dramática. La hiperinflación y la escasez serán más notorias, al igual que el flujo de refugiados cuyo volumen en los pasos fronterizos con Colombia viene al alza, según se reporta desde la línea limítrofe.
Y aunque un número importante de familias todavía se beneficia de alimentos a precios subsidiados, la sostenibilidad de los programas que usa el madurismo para lograr respaldo está en veremos. Debido a ello, crecen los rumores sobre el descontento en los cuarteles y las propias filas del chavismo. La respuesta es la mano dura, pero la historia muestra que ningún tirano logra imponerse en esas circunstancias.
Mientras los eventos siguen su curso, Colombia necesita mantener los ojos bien abiertos. Aparte del desafío de recibir a una cantidad creciente de venezolanos en su territorio, están las provocaciones que puede intentar Caracas. Reaccionar con cabeza fría es una obligación para Bogotá y más en esta temporada electoral, en la cual se quiere pescar en río revuelto.