Que el petróleo se encaminaba a romper la barrera simbólica de los 80 dólares por barril, en el caso de la variedad Brent, era algo que ya se veía venir desde hace días. Sin embargo, fue necesario que los principales productores de hidrocarburos enviaran el fin de semana un mensaje contundente desde Argelia, en donde estaban reunidos, para que las cotizaciones saltaran en más de 3 por ciento durante la víspera.
La señal en cuestión consistió en mantener la oferta en los niveles actuales, a pesar de la presión de Estados Unidos. El propio Donald Trump envió un mensaje dirigido al cartel de exportadores que, por lo visto, acabó siendo ignorado. La lógica económica de ganar más, bombeando lo mismo, se impuso a la de ganar lo mismo, bombeando más.
Lo anterior quiere decir que el acuerdo suscrito a finales del 2016, cuando las naciones que componen la Opep y Rusia acordaron recortar sus suministros en 1,8 millones de barriles de crudo diarios, continúa vigente. A decir verdad, la reducción acabó siendo mayor por cuenta de eventos inesperados como el desplome de la producción venezolana, causada por la debacle administrativa de PDVSA, o la presencia de facciones armadas en Libia.
Como consecuencia de tales caídas, el mercado llegó a un equilibrio virtual hace meses. Cuando la Casa Blanca anunció que volvería a imponerle sanciones a Irán, las cuales comienzan a operar formalmente en unas semanas, varios importadores comenzaron a buscar otros proveedores con el fin de no quedar en la mira de Washington. Debido a ello, ahora la oferta es inferior a la demanda y, a pesar de que el volumen de inventarios es alto, algunos analistas pronostican un barril cercano a los 100 dólares a comienzos del 2019.
Aunque en estos asuntos es mejor no hacer los cálculos de la lechera, pues la volatilidad en los precios de los bienes primarios es conocida, no hay duda de que el fisco colombiano saldrá beneficiado de la situación. El motivo es que, tanto los recaudos por impuesto de renta como los dividendos que le girará Ecopetrol a la Nación, aumentarán debido al escenario actual.
Los conocedores del asunto dicen que, en números gruesos, por cada dólar anual promedio de aumento en la cotización del petróleo, los ingresos de la tesorería suben en unos 400.000 millones de pesos. El Marco Fiscal de Mediano Plazo fue construido con un supuesto de 67 dólares en el valor del barril de Brent en el 2018, pero el dato desde el primero de enero hasta la fecha asciende a 72,56 dólares. En caso de que en el último trimestre los precios se mantengan en los 81 dólares de ayer, el promedio anual subiría a algo menos de 75 dólares. Bajo los parámetros señalados, llegarían tres billones de pesos largos que no estaban en las proyecciones originales.
Semejante suma es importante, pero no alcanza a cambiar de manera de radical el panorama de las cuentas públicas. Ahora que la discusión del presupuesto de 2019 entra en su senda definitiva, no faltará el parlamentario que sugiera que el alza propuesta de más de diez billones de pesos en la inversión y de casi cuatro billones en el funcionamiento –frente al proyecto radicado por la administración Santos– debería financiarse con esta minibonanza petrolera y no con el paquete tributario que está por definirse.
Lamentablemente, las sumas y restas del caso dejan en claro que el ‘descuadre’ sigue siendo grande. Por tal motivo, el Ministerio de Hacienda habló ayer de tres ‘combos’ para que el déficit del sector central se mantenga dentro del límite establecido por la regla fiscal. Y así los hidrocarburos hayan alcanzado su punto más alto en cerca de cuatro años, es claro que eso no va a ser suficiente para evitar la vuelta de tuerca que se viene en lo que atañe a los impuestos. El único consuelo es que podría haber sido peor.