Como es tradicional por esta época, una misión técnica del Fondo Monetario Internacional estuvo en Colombia hace unos días, dándole una mirada a la economía y al estado de las finanzas públicas. Los hallazgos serán incluidos en un reporte formal que se conocerá en mayo, pero el comunicado que oficialmente se distribuyó ayer –y que el Ministerio de Hacienda divulgó el viernes– da una idea de cómo nos ve la entidad multilateral.
No estaría de más que, justo por estos días en los que disminuye la intensidad de la campaña, los candidatos a la Presidencia de la República le den una lectura al pronunciamiento. Siempre se puede discrepar del rol del FMI y de su legado en la región, pero no debería cuestionarse la seriedad de su análisis, así se tengan diferencias con algunas de sus conclusiones.
Para comenzar, es importante el mensaje de que la tasa de crecimiento está comenzando a subir y que la inflación se acerca paulatinamente al tres por ciento anual, punto medio del rango definido como meta por el Banco de la República. Si bien es verdad que la proyección de 2,7 por ciento de aumento en el Producto Interno Bruto es inferior a la mencionada en enero, constituye un avance frente al 1,8 por ciento del 2017.
Tampoco debería caer en saco roto la advertencia de que así los desequilibrios externos hayan disminuidos, hay riesgos que persisten. No hay duda de que la rápida corrección en el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos es una noticia que les cae muy bien a los analistas, pero seguimos dependiendo del precio del petróleo. Aparte de lo anterior, las señales sugieren que la época de dinero abundante y barato en los mercados foráneos toca a su fin. Eso para no hablar de lo que puede significar la crisis de refugiados venezolanos sobre las finanzas públicas, si su magnitud aumenta con rapidez.
Sin embargo, tal vez lo más llamativo de lo dicho por la misión del Fondo fue lo referente a reformas estructurales que permitan un crecimiento inclusivo superior al actual. Ahora que lo urgente –dejar atrás la desaceleración– quedó atrás, hay que concentrarse en lo importante: desmontar los obstáculos que nos impiden avanzar a mayor velocidad.
En tal sentido, los énfasis aconsejados fueron tres: infraestructura y transporte; trabajo e informalidad, y barreras al comercio internacional. Con respecto al primero, el mensaje es sacar adelante el programa de concesiones de cuarta generación que enfrenta demoras y problemas, al tiempo que se pone en marcha la chatarrización de camiones para lograr una efectiva renovación del parque automotor de carga.
En lo que atañe a los asuntos laborales, se reconocen los avances, pero el camino que queda por recorrer es muy largo. Los logros en cobertura de educación universitaria eventualmente originarán condiciones más favorables para crear empleos formales, aunque también se habla de reducir las cargas parafiscales y en particular las contribuciones con destino a las cajas de compensación.
El último tema es el de altos costos de exportación. Hay barreras no arancelarias a las importaciones que suben el precio de los insumos, mientras que la logística y el funcionamiento de los puertos requieren una cirugía de fondo. Mención aparte merecen los aranceles en la agricultura.
Además de lo señalado, se subraya que el sector petrolero seguirá siendo crucial en el corto y mediano plazo o que la salud del sistema financiero es buena y la calidad de la supervisión se ha fortalecido.
Un plato fuerte, pendiente de más desarrollos, es el respaldo al informe de la comisión sobre el gasto público que trata un amplio abanico de temas, incluyendo las pensiones. Pero así como al buen entendedor le sobran las palabras, el punto del FMI es que dejamos lo peor atrás y que las tareas hay que terminarlas.