Como es usual en Colombia, después del revuelo que causó el Dane al anunciar que el censo que acaba de culminar muestra que eran imaginarios los 50 millones de colombianos del reloj de población proyectada, y que con dificultad se acerca al 90 por ciento de esa cifra, el tema fue olvidado y no se volvió a tocar. Aquí todo suceso es fugaz, y pronto otro se pone en boga. Hoy, la moda entre es discutir sobre un IVA a la canasta familiar, que no existirá –porque es política y económicamente inviable–, sin percatarse de que en el resto del articulado del proyecto que lo propone se establece la confiscación de los futuros frutos de su trabajo.
Pues, el hecho es que sí, somos muchos menos que los que creíamos, realidad esta que vale la pena analizar. Y la primera pregunta que nace es ¿qué es lo que hace bien el Dane? ¿Proyecciones poblacionales o censos? ¿O ninguno de los dos? ¿Tienen igual calidad sus otras proyecciones? Quizás el efecto más importante de este censo es que deberá servir como base para dirigir mejor los recursos de infinidad de programas sociales. Hace un año, el Sisbén tenía un listado de 37 millones de colombianos, cifra claramente excesiva para la población censada. En un país que reparte 75 billones de pesos en subsidios de todo tipo y en el que son innumerables las historias sobre la manera como los políticos utilizan el Sisbén para abusar de los subsidios estatales, favoreciendo a sus clientelas, el nuevo censo es un insumo esencial.
También se evidencia el sobredimensionamiento del censo electoral. La cifra de 36’421.026 cédulas inscritas que da la Registraduría en octubre del 2018 equivale a más del 80 por ciento de la población nacional y es claramente falsa, pues según la información preliminar presentada por el Dane apenas 77,5 por cinto de los colombianos son mayores de 14 años. Se debe realizar desde cero un nuevo censo electoral, como en 1988, para ajustar el real potencial electoral colombiano.
Con el nuevo censo, nuestro PIB per cápita es 10 por ciento mayor que lo que estiman los organismos internacionales, y se presentarán mejoras también en otros indicadores, como el de pobreza. Y parecería que nuestro sistema de salud es realmente universal, ya que, según el Ministerio de Salud, al 30 de septiembre del 2018 contaba con 46,9 millones de afiliados. Aunque siempre queda la duda de que existan beneficiarios del régimen subsidiado que no tendrían por qué estar allí, pues esa cifra nunca baja, mientras que en el país continuamente salen más y más colombianos de la pobreza.
Hay municipios o departamentos que reciben transferencias presupuestales del Estado central que ya no reflejan su peso demográfico o sus necesidades sociales, mientras que otros que tienen mayores necesidades reciben menos. Este censo se usará para redistribuir los recursos del Estado entre regiones, y entre zonas rurales y urbanas, reflejando la verdadera evolución y migración de la población nacional.
Finalmente, la forma como se distribuyen las curules de la Cámara de Representantes depende del censo legal. Al aplicar un nuevo censo real, con seguridad habrá regiones que pierden peso político en esa Cámara y otras que lo ganarán. Esto no es fácilmente aceptable por todos, y esa resistencia política fue uno de los factores que hicieron que el Congreso no aprobara los censos de 1993 y el 2005. Ojalá el del 2018 no corra igual suerte.
Emilio Sardi
Empresario
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