Canadá es conocido en materia deportiva por ser un país de disciplinas de invierno como el hockey, el curling o el esquí.
Sin embargo, esto está cambiando. Las personas tendemos a asociar a los países con ideas e imágenes generales que simplifican la complejidad de sus problemas sociales, tradiciones e historia. La victoria del título de la NBA por parte de los Raptors de Toronto es prueba de que Canadá tiene más que hockey y deportes de invierno, y de que su creciente diversidad cultural está transformando a este país, incluso en el plano deportivo, generando una renovada identidad nacional.
Canadá no es la excepción en cuanto al profundo debate social que está marcando el siglo XXI. Asuntos como el calentamiento global, la inmigración y la transición a energías renovables son materias que dividen a la opinión pública. Pero más profundo que lo anterior, radica en históricos deseos de independencia por parte de Quebec, una de las 10 provincias que integran al país. Adicional a lo anterior, es necesario recordar que este es un año electoral, en donde liberales, conservadores y partidos minoritarios, se disputan el poder federal. Naturalmente, este es un momento de sensibilidad política y social.
Sin embargo, el país se ha unido al unísono del eslogan de los Raptors, ‘We the North’ (Nosotros el Norte), que más allá de referirse al equipo en concreto, exalta el orgullo de una nación. Los Raptors reflejan la sociedad canadiense de la actualidad. En sus filas hay jugadores del Congo, Santa Lucía, España, Reino Unido, Camerún, Estados Unidos y Canadá. La multiplicidad de colores de piel, estilos de juego e idiomas de los miembros de este equipo, se asemeja a lo que podría ser una escena cotidiana de un grupo de muchachos reunidos en las calles de Toronto, Ottawa o Montreal.
Lo importante, en el caso de los Raptors, trasciende el hecho de que estos hayan obtenido un título importante o haber roto la hegemonía de los deportes de invierno como sello tradicional canadiense. El asunto central en este caso radica en la esperanza de unir a un país alrededor de una nueva identidad, en haber hallado un punto de convergencia que supera el balón naranja y reside en la realización del orgullo que la diversidad étnica ha impreso en este país.
A pesar de las divisiones propias del mundo de hoy, hay esperanza en encontrar lo que nos une como personas, y que quizás sea más importante que los debates de la arena pública que nos dividen y hacen mirar al otro con escepticismo por su preferencia política.
En Colombia, también podemos lograrlo. Tenemos el talento de múltiples deportistas, artistas y líderes sociales que pueden ayudarnos a recordar lo que somos y lo que queremos como sociedad.