Aunque el presidente Santos prometió inversiones en CT+I equivalentes al 1 por ciento del PIB, según el OCyT, apenas alcanzamos el 0,67. Paradójicamente, seguimos lejos de aquel club de mejores prácticas del que cada vez estamos más cerca, la Ocde, cuyo promedio es 4.
La inefectividad de Colciencias está predestinada por la poca importancia que le otorgan los gobiernos, y la pésima selección que realizan de sus algunos directores. Respecto al primer punto, en este país lo importante cede protagonismo a lo urgente: como ejemplo, considere la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyas metas no son ambiciosas y, colmo de males, los avances son precarios. Expongo este caso, pues Colciencias lideró la campaña ‘¿Qué camino cogemos?’, que simplemente redireccionó a ciudadanos, empresarios e investigadores la encuesta ‘Mi Mundo’ de la ONU, que permitía priorizar seis de los 17 ODS y evaluar su percepción de mejora relativa.
Convengamos que este tema debería haberlo liderado el Departamento Nacional de Planeación, lo que demuestra la confusión e improvisación estratégica del país, y nuestra tendencia a complicar aquello que es esencialmente complejo.
Por otra parte, sobrediagnosticado, el Sistema Nacional de CT+I renunció a crear ‘ciencia propia’ (anclada al colonialismo intelectual, según Fals Borda). Y, para actuar con justicia, esto no ha sido un problema exclusivo del actual gobierno. Sin embargo, el balance se recrudece, pues sus ambiciosas reformas institucionales y presupuestales se desviaron –tal como sus locomotoras– por causas como la corrupta mermelada, la descoordinación entre entidades y la desorientada asignación de recursos de regalías para financiar asaderos –que desplumaron la gallina de los huevos de oro de la economía del conocimiento– e infraestructura que dejó grabada en piedra la máxima ‘en el país del Sagrado Corazón está prohibido creer en la ciencia’.
Pasando al segundo punto, el carrusel de nombramientos resta efectividad y sostenibilidad a cualquier visión; por esto no sorprende que cada relevo llegue a diseñar una institución a la medida, borrón y cuenta nueva, empezando con línea base cero a reinventar el fuego y la rueda. Sin innovación y estabilidad institucional, Colciencias (a diferencia de agencias, como la ANI), continuará siendo insustancial. En síntesis, respecto a entidades del Sistema de Educación y CT+I, los nombramientos e insubsistencias atrajeron ‘doctores’ y discípulos de este gobierno que no tenían el perfil requerido, ‘traicionaron’ a su predecesor por el mando, protagonizaron un salto cuántico desde el Ministerio de Defensa hacia estas indefensas instituciones, y finalmente dejaron fuera de la órbita del gobierno a un investigador aeroespacial.
Mi recomendación es aprender de un nombramiento que originalmente provocó rechazo entre los técnicos ‘ortodoxos’, pero demostró que estamos locos si esperamos resolver problemas que parecen eternos, sin entenderlos desde la perspectiva de un propósito superior. Es el caso de Don Alejandro Gaviria, quien curó muchas causas cancerígenas del sistema de salud. Candidatos presidenciales, ¿qué reforma institucional proponen?