Considerando que el bitcóin ha caído durante el 2018 desde bandas de 20.000 dólares hacia los 6.000, no parece coincidencia su aproximada permutación con la palabra boicot.
Olvidar la historia económica nos ha condenado a repetirla de diferentes formas, verbigracia, la Gran Depresión, el Plan Marshall, los Acuerdos de Bretton Woods y el Consenso de Washington, que reflejaron ciclos relacionados con fenómenos que aún observamos, ahora acelerados por la innovación tecnológica.
Durante la Gran Recesión los países reactivaron fórmulas keynesianas, pues no había otra alternativa, y tenían algún margen de maniobra. Sin embargo su capacidad se disminuyó conforme se agotaron las reservas de recursos, la deuda global equivale al 225% del PIB (antecedente similar al de 2009). Eso deterioró la complementariedad y cooperación internacional, debido a que la lógica de los países es la de “sálvese quien pueda” (‘America First’, p.ej.), y tanto la polarización como la oscilación electoral generan discontinuidad y cortoplacismo.
Ejemplo de esto es la divergencia de la Fed hacia la reforma tributaria con la que Trump estimuló la repatriación empresarial, decretando el fin del “dinero barato”: oxímoron a partir del cual se deriva otra paradoja, expresada en el enfriamiento del libre comercio entre bloques económicos que tienen alertas de sobrecalentamiento. Esta aparente contradicción republicana protege sus intereses, tal como sucedió con las fallas regulatorias que permitieron la residencia virtual en los paraísos fiscales, el secreto bancario y la relajación del sistema financiero, cuya emergencia contuvo la amenazada Regla de Volcker. Ahora colonizaron el mundo digital, tal como sucedió con las ‘.com’, mediante las indescifrables criptomonedas.
Comportamientos de rebaño, impulsados por irracionales primas o el debilitamiento de los refugios tradicionales, olvidando que los mercados no son oráculos, y que solo los intereses o el poder de unos pocos determinarán si estas modernas divisas corrigen su valor, se consolidan como medio de pago (blockchain), monedas fiduciarias y de reserva, o si terminan en la basura entre el riesgo y la deuda global.
De momento, sin garantías reales, continúan evadiendo o eludiendo la supervisión y el control, pese a las prohibiciones de jugadores tradicionales como JP Morgan, Bank of America y Citi Group, o la intervención gubernamental de Corea, tercer mayor mercado, allanó casas de compraventa; Islandia, aleccionada por la recesión, prohibió su circulación desde el 2014; Suecia, país progresista, restringió su uso, y China, potencia minera de esas divisas, las ha censurado por facilitar transacciones delictivas, tal como sucedió años atrás con el Hong Kong and Shanghai Banking Corporation, HSBC.
Avanzando en conclusiones, la cotización del bitcóin maduró envuelta en periódico, impulsada por las mismas fake news que materializaron al outsider presidente estadounidense que decretó el boicot comercial. La fiebre por el monopolio del libre mercado incrementa su volatilidad cuando su patrón es Trump, sin importar si cotiza acero, oro, dólar o criptomonedas.