Semanas recientes se cruzaron historias cuyas lecciones y desafíos impactan a ciudadanos, mediadores, veedores y patrocinadores de la paz: avanza la normalización de relaciones Estados Unidos-Cuba, la OEA aplicaría la Carta Democrática a Venezuela, nuestro gobierno alcanzaría un acuerdo integral con las Farc, y el Reino Unido eligió abandonar a la Unión Europea.
Hay que recordar que tras la Segunda Guerra Mundial fueron constituidas las bases de la UE mediante tratados inspirados en la reconciliación (Premio Nobel de Paz, 2012), solidaridad y diversidad, mientras la Guerra Fría –su gemela antagónica– prolongaba la disputa entre capitalistas y comunistas. Ignorando lecciones del debilitamiento socialista –como las accidentadas, pero no inesperadas caída del Muro y la insolvencia y disolución de la URSS–, la UE resintió la recesión y deuda de los PIIGGS (Reino Unido incluido), mientras las contradicciones erosionaban su sostenibilidad: 1) Centralismo inflexible más restricciones de ajuste local, y saboteada de cualquier solución negociada. 2) Elusión de responsabilidades invocando referendos, como el que separó al Reino Unido con menos del 60 por ciento de los votos y una participación del censo electoral inferior al 75 por ciento.
Divide y vencerás, en ese juego todos pierden. De hecho, su iteración podría perpetuarse, cuestionando la legitimidad de los resultados y la representatividad de sus opciones (dicotómicas). En Colombia, a propósito de la reducción del umbral, es importante reconocer que la abstención es cultural; una condición que perdería peso ante el criterio de mayoría calificada, pues el país no debe desperdiciar un esfuerzo avalado mediante la reelección de Santos: acaso, ¿qué presidente no ha tratado de lograr algún acuerdo?
Como paréntesis, los opositores, otrora en el poder, también fracasaron en el diseño de reformas estructurales e impusieron pésimos acuerdos, como el TLC que no fue sometido a comicios. Es pertinente adecuar preguntas y alternativas, cuyos escenarios permitan resolver objeciones, considerando el anuncio de Rodrigo Londoño (Farc) de respetar la disposición de la Corte Constitucional y la ciudadanía: si los colombianos recomiendan revisar algún punto, ¿aprobarían su posterior formalización mediante acuerdo especial? Quizás sientan indecisión al validar concesiones exclusivas para las Farc, ante la certidumbre de continuidad del conflicto con otras facciones; entonces, ¿validarían la extensión de ese acuerdo, como oferta inmediata y única, a todos los subversivos que decidan aprovechar esta oportunidad?
Colombia no superó todas sus batallas contra carteles y guerrillas. De hecho, la Séptima Papeleta simbolizó reivindicación ciudadana en una época de cambio, aunque no significó cambio de época. Entendiendo que existen pasos necesarios -aunque no suficientes, anticipando una futura Constituyente-, debemos ceder para asegurar este avance, producto de la concertación: no renunciar al ideal de la paz por exigir un acuerdo ideal, es la mejor alternativa posible.
El Gobierno tiene en mora honrar acuerdos con diversos agentes sociales y debe evitar los chantajes electorales. Entretanto los ciudadanos debemos informarnos, conscientes de las diversas perspectivas y consecuencias, para no condenarnos a repetir esta costosa historia.
Germán Eduardo Vargas Guerrero
Catedrático
vargas-german@javeriana.edu.co
Opinión
17 jul 2016 - 4:01 p. m.
Ideales e historias cruzadas
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