La Universidad Nacional de Colombia celebra su sesquicentenario, destacándose como la mejor institución educativa del país. Considerando tanto su calidad y diversidad académica, como su cobertura y pluralidad social, es evidente su complejidad; no obstante el entorno es disruptivo, y es determinante caer en el error de proyectarla al futuro prolongando su pasado. Entre los desafíos que debe afrontar, la ciudad universitaria precisa reivindicar la correlación educación/calidad de vida, y debe deconstruirse como una ciudad inteligente.
Aunque debería ser un referente de desarrollo urbano, sus ruinas se confunden con las de aquella Atenas suramericana que contrasta el legado de un exalcalde, que también fue rector de la Universidad Nacional, con el retroceso que dejaron los gobiernos de izquierda. Al respecto, diversos medios difundieron denuncias sobre el precario estado de algunos edificios cuya vulnerabilidad estructural exponía evidentes riesgos. Pero la realidad es más crítica: la ciudad universitaria se envejeció, su expansión y renovación no parecen adecuadamente planificadas y diseñadas, y su entorno no es ‘amigable’.
Patrimonio de todos los colombianos, es necesario asumir responsabilidades compartidas por su deterioro: el sector privado, apático con las universidades (públicas); los ciudadanos, quienes ignoramos el ejercicio de veeduría; el gobierno, porque Ser Pilo Paga desvía recursos públicos hacia instituciones privadas; los directivos, por incapacidad gerencial; los docentes, estudiantes y egresados, quienes deben cuidar su Alma Máter como su casa, y no resignar, por apatía o conformidad, aspectos que impactan la calidad del servicio y el proceso educativo.
Al recorrer la ciudad universitaria, en las vías destinadas a peatones y bicicletas, apenas es posible distinguir el asfalto entre los huecos. Los baños permanecen sucios o dañados, y las entradas principales están invadidas tanto por un bazar de vendedores ajenos a la comunidad universitaria, y el comercio de comidas chatarra o producidas en condiciones antihigiénicas: ¿eso es bienestar universitario?
Las zonas verdes están en vía de extinción, y en las aulas la iluminación (factor que se puede acondicionar para influir en la creatividad, atención y productividad) es deficiente, aunque la Universidad ofrece reconocidos programas académicos de posgrado y servicios de extensión empresarial relacionados con iluminación pública y privada, por ejemplo.
Aunado a los sesgos que existen en el mercado laboral para atraer egresados de universidades privadas, la infraestructura de la Universidad Nacional puede haber contribuido a alejar a muchos beneficiarios de Ser Pilo Paga , que hacen de los Andes la universidad ‘pública’ más costosa.
Señor Rector, Presidente y Ministra de Educación: ¿los de Ser Pilo Paga son más pilos y merecen mejores condiciones de vida (universitaria), accediendo a las instituciones privadas, que quienes superan el exigente proceso de admisión de la Universidad Nacional? Los invito, además, a proyectar la ciudad universitaria hacia una smart city: un imperativo lógico o algo coherente, cuanto menos. Aunque, tal como parece, la Universidad Nacional está desaprovechando su propio capital humano al planificar, diseñar y/o eligir las soluciones que adopta, sin articular a sus prestigiosas facultades de ingeniería, artes y humanas, por mencionar algunas. En casa de herrero, azadón de palo.
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Sesquicentenario en la U. Nacional
Aunque debería ser un referente de desarrollo urbano, sus ruinas se confunden con las de aquella Atenas suramericana.
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Germán Eduardo Vargas
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