¿Qué será de la autodenominada ley de financiamiento? La verdad, si algo se aprueba, será completamente diferente en su esencia y su forma a la inicialmente presentada por parte del Gobierno Nacional.
Fue, por decir lo menos, interesante ver la oposición a ciertos temas del proyecto por parte de las diferentes bancadas y, especialmente, en temas que tendrían costos políticos como el IVA a la canasta familiar y el impuesto a las ya golpeadas pensiones de la clase media en vía de proletarización.
Sin embargo, debemos creerles a nuestros legisladores: su preocupación real es fortalecer los ingresos de la nación con una reforma o ley de financiamiento que contribuya a disminuir la desigualdad y la inequidad en el país.
Es decir, en la jerga económica, el objetivo será disminuir el coeficiente de Gini a niveles que nos saquen automáticamente del listado de los países más desiguales del mundo y con mayor concentración del ingreso en unos pocos.
Y, en ese sentido, han surgido todo tipo de sanas propuestas: grabar un poco más a los ganadores en términos económicos: el sistema financiero, los dividendos, las remesas de las empresas multinacionales a sus países de origen, promoviendo su ahorro interno y la inversión.
Mantener el IVA en 19 por ciento, porque el anterior gobierno ya pagó los costos de esa reforma en el pasado, no se le devolverá nada a los más pobres, se protegería la salud de los colombianos, en especial, de los niños gravando con IVA el consumo final de bebidas azucaradas.
De otra parte, no se le establecería IVA para las transacciones de vivienda usada, se eliminarían las exenciones a ciertos grupos de poder y, en general, la reforma logrará un revolcón fundamental en la distribución de la recolección de los ingresos tributarios, sin afectar sustantivamente a los estratos medios y bajos de la población.
Si lo que se anuncia fuese cierto el proyecto de ley de financiamiento habría perdido su esencia. Se demostraría que la propuesta era improvisada e injusta. Si se aprobara con los cambios propuestos, se dispararía la popularidad de la presidencia, pero, eso sí, los técnicos tributaritos en el gobierno quedarían profundamente deslegitimizados. En suma, Duque, bien, Carrasquilla, mal.
Y, en esa carrera de ingenio y propuestas legislativas, la sociedad no sabrá a ciencia cierta qué será lo que finalmente se definirá. En lo personal, me asustan los ‘micos’ y los ‘orangutanes’ que surgirían en la redacción final de la ley. Será una Navidad plena de incertidumbre y dedicada a la lectura y al estudio de los efectos de cada uno de sus artículos.
Si realmente lo que se está discutiendo es un cambio estructural en la política fiscal por el lado del recaudo, habrá que tener especial cuidado en el seguimiento al presupuesto aprobado para el 2018 y al que se defina para los próximos años, para asegurar que se gaste con equidad y sin corrupción. Qué complejo. ¿Será que finalmente el gobierno retirará el proyecto de ley? Me acordé del viejo adagio: ‘del afán no queda sino el cansancio’.
Germán Umaña M.
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com