Uno de los aspectos claves del desarrollo y la sostenibilidad de una nación es el de la incorporación del progreso técnico, es decir promover el circulo virtuoso entre la educación y la investigación y, a partir de allí desarrollar la creación y la innovación en estructuras productivas de bienes y servicios.
Pero es que para lograr lo antedicho, es fundamental promover la formación en ciencias básicas, lo que permitiría formar estudiantes capaces de hacerse preguntas de fondo sobre el desarrollo científico y tecnológico y, si simultáneamente se profundiza en la educación en las ciencias humanas, tendremos personas que serán capaces de diseñar soluciones profundas y pertinentes con el cumplimiento de objetivos sociales de largo plazo que respeten los derechos fundamentales.
De otra parte, es necesario reconocer la diferencia entre lo sustentable y lo que únicamente significa una explotación indiscriminada de recursos no renovables. Por supuesto, hay que buscar el equilibrio entre lo que la naturaleza nos brinda y el aprovechamiento de las ventajas comparativas, siempre y cuando su explotación contribuya a generar “círculos virtuosos” hacia la implementación de un modelo de desarrollo que nos haga independientes de políticas depredadoras.
Vean ustedes, si nos detuviéramos un momento para hacer una reflexión ordenada sobre el futuro del país, sería fácil llegar a la conclusión de que existen aspectos esenciales para generar desarrollo en el largo plazo y, por supuesto, a hacer permanentes los beneficios de vivir en una sociedad que piense en el estas bien de sus ciudadanos y, no simplemente, en lo que los economistas ortodoxos, dueños de la promoción del consumismo desbocado, denominan bienestar.
Una primera prioridad en una sociedad que se piense en el largo plazo es la educación como derecho fundamental, de todos, no de unos pocos. Parece simple y además cierto afirmarlo: la educación no es una mercancía, ni los estudiantes clientes, ni el mercado debería determinar sus prioridades. Debería ser una política de Estado, con presupuestos ciertos de largo plazo, pública, con la incorporación de indicadores objetivos que corrijan la ruta hacia el cumplimiento de objetivos de formación de capacidad humana, que nos pertenecerá a todos y no a unos pocos.
La formación en ciencias básicas y humanas implicará que los maestros enseñen a sus estudiantes a hacer preguntas, a contribuir con el fortalecimiento de su capacidad de dar respuestas a los problemas, individuos pensantes y racionales, que aplicarán sus conocimientos en beneficio social en la investigación y en la formación de ingenieros, biólogos, matemáticos, físicos, químicos, sociólogos, psicólogos. etc. Nuevamente: política de Estado, indicadores objetivos, presupuesto y sistemas de evaluación de largo plazo.
Por último, es indispensable el respeto por los recursos naturales, la biodiversidad y la sostenibilidad por encima de los simples intereses del capital. Es necesaria la “seguridad jurídica” para conservar nuestra posibilidad de disfrutar de la riqueza de nuestra diversidad y no simplemente aquella que se ha impuesto para las inversiones de las multinacionales.
Rechacemos tanta banalidad, tanta discusión absurda, de una pobreza intelectual inmensa, egoísta y comprometida. Lo cierto es que debemos definir nuestros propósitos de largo plazo como sociedad. Para ello necesitamos formar capacidad humana para el desarrollo y, de otra parte, detener el crecimiento espurio e indiscriminado de profesiones liberales, donde lo más cercano a la ciencia, es un tablero.
Germán Umaña Mendoza
Profesor
germanumana201@hotmail.com