Es realmente reconfortante y al mismo tiempo dramático, ver lo que significa la posibilidad de conocer la verdad sobre los hechos ocurridos en nuestro país, envuelto durante tantos años en un conflicto armado, en el cual los genocidios, los delitos de lesa humanidad y los asesinatos selectivos, cometidos por los actores armados del paramilitarismo, ‘parapolítica’, el narcotráfico, la guerrilla y el Estado, fueron parte de nuestro periplo vital. Lo normal era para nosotros ver pasar la impunidad y la injusticia: maniatados, impotentes y amargados.
Pasa el tiempo y el poder de la verdad se impone. Ya no la pueden detener, es una avalancha inmensa que se viene encima de los ‘sátrapas’, sin la menor posibilidad de escapar a ella, a pesar de sus esfuerzos. La Justicia Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad empezaron a funcionar con el sometimiento de la guerrilla, los militares e incluso actores civiles que sienten la necesidad de someterse a este tribunal transicional para no pasar su vida tras las rejas o sub júdice.
Cada vez que alguien cuenta qué pasó y se documenta en la Comisión de la Verdad, se identifican los motivos, los autores y la barbarie con la que se actuó y se asesinó a nuestros seres queridos. Quedan los perpetradores y los autores intelectuales en evidencia. Ya jamás podrán mirar a nadie a los ojos, pagarán con la sanción social y colectiva sus culpas, y para poder ser aceptados nuevamente tendrán que vivir su vida reparando a sus víctimas. Si eso ocurre y por fortuna, ya no es pensar con el deseo, Colombia y los colombianos recuperaremos la dignidad y la tranquilidad que nos dará el hecho de que la evidencia es el criterio de la certeza.
Y, a aquellos que tuvieron la valentía y la honestidad de iniciar, negociar y llevar a la práctica, esos procesos de catarsis colectiva, les estaremos como sociedad que se reconstruye, agradecidos, por nosotros y por las futuras generaciones. Que a las víctimas, las de verdad, las reparen es apenas un acto de justicia. El perdón será solamente una consecuencia y que lo ejerzan los que se sientan con derecho a ello. Si confiesan la verdad y en los delitos de lesa humanidad se pagan las penas mínimas impuestas, ya no habrá impunidad. Sus crímenes quedarán en evidencia y en el museo de la memoria colectiva para que jamás se olviden o repitan.
No valen nada aquellos que quieren devolvernos a la oscuridad. El cumplimiento de los acuerdos es irreversible. Son, a su pesar, políticas de Estado. Muchos de nosotros hemos decidido ningunearlos, que no existen, que no nos afectan. No les permitiremos sepultar la ilusión.
Con el poeta Jorge Guillen: “Si, más verdad. Objeto de mi gana. Jamás, jamás engaños escogidos ¿Yo escojo? Yo recojo. La verdad impaciente. Esa verdad que espera a mi palabra. ¿Cumbre? Sí, cumbre. Dulcemente continúa hasta los valles: Un rugoso relieve entre relieves. Todo me asombra junto. Y la verdad. Hacia mí se abalanza, me atropella. Más sol. Venga ese mundo soleado. Superior al deseo, del fuerte. Venga más sol feroz. ¡Más, más verdad!”.