La asamblea de la Andi, y su propuesta ‘Estrategia para una nueva industrialización’, prometió contrición y redención; no obstante evidenció, de nuevo, la tendencia del Gobierno a subestimar problemas o grupos de interés, y resolverlos o calmarlos con paliativos.
Aunque fuera parcial y temporal, destaco la reacción de la Andi ante el modelo económico, porque legitima el debate y, además, no debemos estancarnos recriminando, mientras dejamos pasar la oportunidad de concertar reformas estructurales cuya materialización permitirá rectificar el destino de Colombia.
En aras de no olvidar la historia, reconozcamos las cadenas de errores que guiaron al país desde la apertura Gaviria hacia el derrumbe de los pilares de nuestra economía, el agro y la industria, renunciando a la protección y el fomento de esos sectores, de ‘clase nacional’, en un escenario mundial.
Cegados por la hipnosis petrolera y la creencia neoliberal, decidimos competir contra economías del otro mundo (emergente y desarrollado), y perdimos de locales. Por ende, necesitamos cambiar nuestro modelo de juego, aunque no sea factible ajustar las asimétricas reglas impuestas por mercaderes de Venecia y acatadas por representantes de anteriores gobiernos, centros de investigación económica, la SAC y la Andi.
Pese a esto, tal como sucede con la paz y ante el desafío del posconflicto, es el momento de explorar medidas alternativas como la renegociación de TLC (¿por qué no buscar su cooperación?), para no continuar exponiéndonos a ser víctimas de guerras monetarias o comerciales.
Asumiendo responsabilidad, aceptemos que emprendimos la apertura confundidos y hemos terminado confrontando supuestos, estrategias e indicadores de crecimiento y desarrollo: tasa cambiaria e inflación, salarios y acciones, mipymes y multinacionales, e innovación. En suma, competitividad y sostenibilidad.
Las necesidades locales no deben distorsionarse por caprichos globales, y los gobiernos no deben ceder el mando al mercado; en esos casos el péndulo continuará oscilando errático, damnificando a ciudadanos y países de todos los estratos, tal como demuestran las recientes crisis, porque los perdedores exceden significativamente a los ganadores.
Con este marco y avanzando hacia la promoción de soluciones, en línea con las propuestas de la Andi, destaco: 1.
Paradoja de la ventaja comparativa, castigamos y expulsamos a los empleadores con cargas tributarias que, aunadas a las logísticas, triplican referentes tipo Irlanda, Noruega o Singapur. 2. Ampliemos la base de recaudo, simplificando los mecanismos de captación, unificando tarifas y estandarizando regímenes. 3. Eliminemos fugas y sumideros de recursos, como la corrupción, elusión y evasión. 4. Agro e industria no son sectores antagónicos, no dispersemos los esfuerzos. 5.
El disparate de la globalización, el nacionalismo comercial ha sido aplicado incluso por potencias en recesión; impulsemos ‘Compre Colombiano’ mediante incentivos a la demanda.
Compartamos una visión de país: sin conflictos de interés, confusión de prioridades o descoordinación institucional, movilicemos cambios estructurales, porque, parafraseando a Voltaire, no es ganador quien haya tenido la razón cuando el gobierno se equivocó.
Germán Eduardo Vargas G.
Catedrático
german.vargas@uniandes.edu.co