La decisión del país de integrarse a los mercados internacionales a principios de los años 90, implicaba alistar oportunamente el aparato productivo para dejar atrás el obsoleto modelo proteccionista de sustitución de importaciones que rigió desde la década de los 40.
En este modelo de economía abierta, gran parte de la superveniencia, crecimiento y sostenibilidad de las empresas empezó a ser determinado por su capacidad de responder a los retos de productividad y competitividad de los mercados globales.
Inevitablemente, para todos los negocios, con o sin vocación internacional, se universalizaron los referentes de productividad, calidad, diversificación, innovación y sofisticación.
En materia de productividad, si se revisan los resultados de las políticas de desarrollo productivo en esta era aperturista, con facilidad se aprecia que gran parte de la tarea aún está por hacerse.Según Planeación Nacional, del 2000 al 2014 en los países asiáticos la productividad tuvo la fuerza de aportarle, en promedio, 5 puntos porcentuales al PIB.
Tristemente, en Colombia, en ese mismo periodo, la productividad ha involucionado y, en consecuencia, le ha restado al crecimiento en promedio 0,2 puntos porcentuales.
Cualquier desprevenido podría preguntarse por qué no se reflejan en esos indicadores los esfuerzos de crecer la productividad y competitividad, que con gran ilusión el país emprendió a partir del informe monitor de 1994. Desde ese año hemos tenido cinco sonoras, sugestivas y promisorias políticas de competitividad y productividad. Cada ha permitido algún avance, de los cuales se destaca la creación del Sistema Nacional de Competitividad y el Consejo Privado de Competitividad. Pero el hecho es tozudo; la productividad se ha estancado, a pesar de los anhelos, esfuerzos y progresos en la institucionalidad.
La producción del país se sigue concentrando en el mercado interno. En general, el crecimiento de la innovación, sofisticación, diversificación y calidad marcha a unos ritmos que parecerían los de una economía cerrada y no de un sistema productivo que desde hace casi tres décadas se abrió al mundo. Con la expectativa de superar el rezago y revertir esta frustrante tendencia, recientemente se aprobó una nueva Política de Desarrollo Productivo a través del Compes 3866 de 2016.
Con un enfoque regional, esta política se ha propuesto articular y priorizar las acciones de las instituciones hacia una refinada apuesta productiva en los sectores considerados de mayor potencial competitivo. Sobre esa base, se desean mejorar los niveles de productividad, diversificación y sofisticación de las unidades productoras.
Con dicho criterio selectivo, se canalizaran los apoyos financieros y de acompañamiento empresarial al mejoramiento las capacidades de innovar y absorber conocimientos y tecnología. Se destaca un programa nacional de escalamiento de la productividad con énfasis en aspectos tecnológicos, en el que entidades de soporte apoyaran la parte gerencial y tecnológica de 8.334 empresas. La iniciativa apunta a mejorar índices como el de La Encuesta Mundial de Gestión (2014), que ubica la calidad de la gerencia de las pymes de Colombia en el último lugar en Suramérica.
En el marco de la innovación y la tecnología, se diseñaran y pondrán en marcha sistemas que facilitarán el acceso a información y relaciones trascendentales para operar competitivamente. También cabe resaltar que el Ministerio de Educación diseñará las cualificaciones que sean demandadas por aquellos sectores productivos priorizados, en aras de estrechar la enorme brecha que existe entre la formación técnica y tecnológica con las competencias requeridas por los empleadores. Otro aporte importante de esta política será el impulso que se dará al desarrollo del mercado de financiación con fondos de inversión privada para la innovación, en algunos de los cuales el Gobierno será inversionista ancla.
El plan luce bien, sin embargo, no se puede ignorar que la productividad surge ante todo de la motivación de los empresarios de ser triunfadores en los mercados, ofreciendo el mejor valor agregado a los clientes, en términos de precio, calidad, y sofisticación. La nueva política asume que esa cultura se dará, fundamentalmente, priorizando y combatiendo las fallas de mercado, de gobierno o de coordinación que restringen la vía para que los empresarios tomen vuelo productivo.
Si esa hipótesis resulta cierta, en los años venideros esperaríamos que cambien de actitud esos empresarios que tradicionalmente han sido poco activos en la búsqueda de altos niveles de productividad. Eventualmente, su disposición cambiaría radicalmente por contar con más posibilidades de acceso a información, asesoría directa en asuntos gerenciales, de emprendimiento, innovación y tecnología. También, por acceder con mayor facilidad a recursos financieros para la innovación y diversificación, así como contar con los técnicos y tecnólogos formados a la medida de sus procesos, y consiguiendo más interacción con cadenas productivas nacionales e internacionales.
En su momento, la evaluación de la política mostrará lo acertado o no de estas líneas de acción. El éxito del Conpes solo se podrá palpar en la medida en que la productividad le empiece a aportar al crecimiento del país, así saldríamos de la trampa del sobrediagnóstico recurrente y los avances tardíos frente a los retos de la competitividad.
Iván Darío Arroyave
Ex presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia.
análisis
El futuro de la productividad del país
La producción del país se sigue concentrando en el mercado interno.
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Iván Darío Arroyave Agudelo
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