Desde hace mucho tiempo me había venido preguntando la razón por la cual los norteamericanos nos llamaban banana republics. El calificativo no se aplicaba a muchos países, sino en especial algunos latinoamericanos, Colombia entre ellos. Intenté averiguarlo.
Ya lo sé: no es sino imaginarse al Estado colombiano como un gigantesco racimo de plátanos. De antemano hay que dar por supuesto sentado que la diversidad de plátanos es muy grande, lo cual favorece su enorme demanda.
Por ejemplo, algunas de las variedades en el racimo son las licitaciones multimillonarias, otras son los contratos, las asesorías, los subsidios, las tarifas, las multas, los suministros, las embajadas, los permisos especiales, las subastas de la comisión de TV y las concesiones, entre otras.
Lo que pasa es que suele ser una costumbre nativa que cada colombiano elija un plátano de estos y lo arranque del racimo para aprovecharse de su sabor y consistencia. Así se ha devastado el Estado desde tiempos inmemoriales. Recuerden a Zea en Inglaterra.
Al recolector o depredador de plátanos no le interesa que el racimo esté verde, pintón o maduro: lo que le importa es que se encuentre al alcance de su mano para empinarse, o que pueda favorecerse con la ayuda que le preste de un funcionario público amigo para agarrarlo.
El cosechador puede pagar por la ayuda de una escalera, o por una puerta que se encuentre cercana al plátano que desea; y puede pagar el uso de estas ayudas mediante una comisión por servicios, o con unos notables honorarios por el mismo utensilio.
Como cada plátano representa un determinado valor económico, los hay también de todos los tamaños: los plátanos municipales no son tan apetecidos como los nacionales, pero siempre habrá algún interesado en probarlos. Los plátanos de infraestructura son muy apetecidos por todos los ingenieros, porque son muy rentables a corto plazo por los ajustes; o a largo plazo por las demandas jurídicas que casi siempre se le ganan al Estado.
No ha existido, por años y años, ningún vigilante o guardián que haya podido evitar la depredación del racimo. Muy al contrario, muchos de los custodios se confabulan con los depredadores para arrancar porciones de los plátanos con el más desvergonzado cinismo.
Tampoco han tenido éxito las campañas nacionales que se hacen cada cuatro años para atacar este pillaje (algunos han llegado a ser presidentes con esta simple propuesta), y la plaga sigue diseminándose a los ojos de todos sin que se pueda hallar todavía un correctivo eficiente.
No hay control biológico, mecánico o químico lo suficientemente eficaz para erradicar este mal. Por cada ley o decreto la plaga tiende a mutar, y se reproduce con impresionante facilidad.
Ya no hay dudas que esta es una manera de entender la razón por la cual muchas personas todavía nos seguirían llamando banana republic.
jailop1@gmail.com
'Banana Republic'
Algunas de las variedades en el racimo son las licitaciones multimillonarias, otras son los contrato
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Jaime Lopera
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