Hoy, más de mil millones de personas subsisten con menos de US$1,25 diarios. Esto es una mácula en nuestra conciencia. Debemos ayudar a los pobres a superar su condición, sin demoras, sean cuales fueren las circunstancias y los lugares.
Hace seis meses el Grupo Banco Mundial aprobó dos objetivos: el primero es poner fin a la pobreza extrema a más tardar en el 2030; el segundo, promover la prosperidad compartida, elevando los ingresos del 40% más pobre de la población.
Alcanzar el primer objetivo representará un logro histórico y muy difícil. Estamos avanzando, pero en la batalla contra la pobreza nada está garantizado, y la contienda será mucho más dura cuanto más cerca estemos de lograr esa meta. El crecimiento mundial podría desacelerarse. Los inversores podrían tornarse aún más cautos que en la actualidad. El financiamiento a largo plazo para la infraestructura, que necesita, ya es escaso y podría agotarse.
El segundo objetivo reviste importancia directa para los países de todas las regiones del mundo: Oriente Medio, África, Asia y América Latina. Las protestas que tuvieron lugar en la Primavera Árabe, y las ocurridas más recientemente en Turquía, Brasil y Suráfrica, se basaron en la aspiración universal de la gente de formar parte de la clase media mundial.
Los medios sociales han generado una enorme ‘clase media virtual’, como la denominó Thomas Friedman, que seguirá llamando a la puerta de las oportunidades, y luego la derribará. Debemos prestar mucha atención si el crecimiento favorece a la totalidad de la población o solo a la élite.
Nos convertiremos en un banco de soluciones, cuyo punto de referencia central sea producir resultados para los pobres, y dejaremos de dedicarnos a esferas en las que otras instituciones estén en mejores condiciones que nosotros. No nos ocuparemos de planes con el único fin de alcanzar metas de volumen de financiamiento.
¿Cuáles son nuestros principios? Nos guiaremos, en todo momento, por nuestros dos objetivos. Trabajaremos con aliados, pues solos no podremos alcanzarlos. Seremos audaces y asumiremos riesgos inteligentes. Invertiremos en proyectos que puedan contribuir a transformar el desarrollo de un país o una región, aun con el riesgo de fracasar. Además, procuraremos crear instrumentos financieros innovadores que abran nuevas oportunidades para el financiamiento a largo plazo.
Nos guiaremos por tres ejes de trabajo: primero, formaremos alianzas con el sector privado para luchar contra la pobreza y crear empleos de calidad para los pobres. Segundo, redoblaremos nuestra determinación de asistir a los Estados frágiles y afectados por conflictos. Tercero, nos fijaremos metas tan ambiciosas como sea posible en relación con temas de importancia mundial, como inversiones en promover los intereses de las mujeres y las niñas, y combatir el cambio climático.
Si queremos poner fin a la pobreza extrema, tenemos que crear comunidades con capacidad de adaptación al cambio climático y mitigar perturbaciones.
Recientemente, se reunieron 60.000 personas en el Central Park de Nueva York para presenciar el Global Citizens Festival, que culminó con un llamamiento a poner fin a la pobreza. Únanse de inmediato a nuestro movimiento, ingresando a la web del Global Poverty Project (Proyecto sobre la pobreza mundial) -www.zeropoverty2030. org- y suscriban una petición en al que se exprese poner fin a esta en el curso de una generación.
Esta es la cuestión moral definitoria de nuestro tiempo. No podemos dejar que más de 1.000 millones de personas padezcan una pobreza extrema, mientras disponemos de los instrumentos y recursos necesarios para mejorar sus condiciones de vida.
Jim Yong Kim
Presidente del Grupo Banco Mundial