Como si no fuera suficiente con los problemas de imagen y favorabilidad que tiene Santos, la imprevisión e incapacidad de gestión y diálogo político del ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, convierten al Presidente en el pararrayos de toda la problemática cafetera, un rol que le correspondería cumplir al jefe de la cartera sectorial.
Y es que, como dice el refrán, ‘crea fama y échate a dormir’. El ministro Restrepo posa de sabedor de los temas cafeteros, pero frente a la grave situación de los productores no se le ocurre otra cosa que recordar el monto de los subsidios y las ayudas que el Gobierno les ha trasladado. Para esa tarea y carga de profundidad no se requiere un ministro. Es increíble que quien tanto le debe al gremio como Restrepo, que pasó 30 años reiterando conjeturas –olvidó que siempre defendió la devaluación como instrumento para estimular la competitividad del sector exportador– pretenda desconocer la gravedad de la situación y, en cambio, la emprenda contra los cafeteros al decir que el paro está motivado por “intereses políticos, oscuros y sospechosos”.
Pero su incapacidad va más allá de lucir errático y lerdo en una especie de rememoración y émulo del exministro Carlos Holguín. El Ministro de Agricultura también sufre de una crónica ineptitud para el diálogo político. Prueba de ello es que el mismo Partido Conservador no le camina e incluso se le opone a sus propias iniciativas. Después de recorrer por años el territorio cafetero, ya fuera como funcionario de la Federación, senador, ministro o candidato presidencial, con dificultad, Restrepo puede encontrar aliados en los productores del grano y los dirigentes de la zona cafetera. Eso ha facilitado la tenaza entre la izquierda radical y la derecha uribista en apoyo al paro.
No obstante, las falencias del Ministro de Agricultura no se reducen a un tema de actitud, sino también de ejecución y resultados. Mientras que la economía nacional creció 5,9 por ciento en el 2011 y estuvo en torno al 4 por ciento en el 2012, el PIB agropecuario apenas creció 2,1 y 1,3 por ciento en sendos años. Un mediocre resultado que se convierte en pésimo al tener en cuenta, como lo ha dicho la Sociedad de Agricultores de Colombia, que la inversión del sector agrario en los dos últimos años ha aumentado cerca de 50 por ciento.
El Ministro es especialista en proponer ambiciosos objetivos, pero deficiente en lograr resultados, y es experto en alborotar avisperos, los mismos que le sirven para encubrir sus carencias. Fue como gerente comercial de la Federación de Cafeteros que se acabó el Pacto Internacional del Café sin que hiciera ningún tipo de previsión. Al contrario, pocos meses antes andaba de paseo en el sudeste asiático y afirmaba que Colombia estaba preparada para el libre mercado. Ahí vino la primera quiebra de los productores. Luego, como ministro de Minas le estalló el apagón eléctrico más largo que haya vivido el país, y como jefe de la cartera de Hacienda, con la crisis económica más severa desde la depresión, tomó medidas, pero no culminó la tarea. Y hoy, bajo su ministerio, los cafeteros atraviesan la crisis más aguda de su historia.
Si el presidente Santos quiere recuperar el apoyo a su gestión debe comenzar por designar ministros dolientes de sus carteras, y enérgicos, incluso para dar las batallas al interior del Gobierno, como la necesaria en contra la de revaluación, y remover al gerente de la Federación, quien quiere pasar de agache.
John Mario González / Consultor internacional