Los modelos y métodos de medición y clasificación que se han popularizado en el mundo académico no solo han llegado para quedarse, sino que han puesto a las instituciones y a los profesores en una situación de competencia entre sí, provocando unos cambios y ajustes institucionales que son preocupantes, pero que podrían llegar a ser lamentables.
La mayoría de mediciones son foráneas y divergentes, unas ponderan la investigación –sin importar su naturaleza e impacto–, otras las publicaciones y citaciones –sin valorar su preponderancia–, mientras una más evalúan la cualificación docente, los programas académicos, entre otros. Esto está provocando que las instituciones, en su afán por figurar o mejorar su clasificación, se hayan dedicado a comprender dichas metodologías y hayan empezado a moverse hacia una forma de gestión administrativa y académica que le tribute más a dichos modelos que a su verdadero quehacer, su compromiso con la sociedad y sus lógicas de relacionamiento con una comunidad académica a quién se debe.
Recientemente, el Ministerio de Educación publicó su propio Modelo de Indicadores del Desempleo de la Educación (Mide), el cual ha suscitado una serie de discusiones en las universidades y, probablemente, ya ha provocado ajustes.
Todas estas mediciones han penetrado tanto a las instituciones, que muchas han reformulado sus políticas de contratación docente, ya sea elevando los requisitos para su vinculación o definiendo estímulos por publicación.
Actualmente, es posible afirmar que dichas mediciones ya han definido un perfil de docente, el cual se prefiere por su título de doctor, sus publicaciones científicas, aunque no importa mucho si el doctor dicta una buena clase, incluso si dicta alguna clase. Tampoco interesa si sus publicaciones resuelven, discuten o proponen soluciones a ciertos problemas, o al menos, si están dentro de un contexto real. Las instituciones parecen no percatarse de esto, y lo peor, es que existen casos en los cuales los maestros son casi ‘obligados’ a publicar, con el único fin de poder contar con registros para las mediciones.
Pero eso no es todo, hay profesores que se resisten a estos esquemas y prefieren hacer una docencia e investigación responsable, es decir, aplicada a sus ciudades y sus contextos, lo cual es meritorio, pero resulta, que al intentar publicar en aquellas ‘revistas científicas’, sus artículos son rechazados porque no son de interés para los lectores de la publicación.
Así las cosas, las universidades deberían repensarse y no dejarse excitar por aquellos modelos de medición que están haciendo más daño que aportes.
Jorge Coronel López
Economista - Profesor U. de Medellín
jcoronel2003@yahoo.es