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Jorge Mario Eastman Vélez

Terrorismo bacteriológico

Occidente ha sido sorprendido fuera de base. Se invirtieron los términos, y de qué modo.

Jorge Mario Eastman Vélez
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Jorge Mario Eastman Vélez

Hoy, vale la pena recordar la conferencia pronunciada en México (1986), titulada ‘El cataclismo de Dámocles’, en la que Gabriel García Márquez describió, en términos sobrecogedores, el último minuto de la especie humana en caso de producirse una conflagración atómica. Afirmó: “luego de la explosión postrera, la creación habrá terminado con el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas”. En efecto, esto era lo que le esperaba a la humanidad si hubiesen entrado en acción algunas de las 50.000 ojivas nucleares emplazadas sobre el planeta.

Ahora, la ‘primera guerra del siglo XXI’, a través del ‘bioterrorismo’, ha vuelto trizas las ecuaciones tradicionales de las ‘confrontaciones bélicas convencionales’. Occidente ha sido sorprendido fuera de base. Se invirtieron los términos, y de qué modo.
La guerra de las galaxias se ha visto suplantada por una amenaza feroz, barata y fácilmente manipulable: las armas químicas. Unas ampolletas con bacterias letales ponen en jaque a una civilización que se suponía invulnerable y que apuntaba ad infinitum.

La ‘guerra bacteriológica’ ha sido un peligro consentido por las grandes potencias, incluyendo la antigua Unión Soviética. Ciertas razones coyunturales han podido más que una serie de valores menos ‘consumistas’: eso que Brzezinski, el anticipado asesor de Carter, llamara “el indulgente cuerno de la abundancia”.

El comienzo de la primera ‘guerra terrorista’, iniciada el apocalíptico 11 de septiembre, dentro de su propia monstruosidad está produciendo, de rebote, una serie de consecuencias notables. Por ejemplo, Estados Unidos ha abandonado sus serias inclinaciones aislacionistas remarcadas con actitudes inexplicables tanto con la no ratificación del Tribunal Penal Internacional como en conferencias destinadas a condenar los atentados contra el medio ambiente, el uso de las armas de corto alcance y las minas antipersonales.

La ‘coalición antiterrorista’ significa, también, un cambio de conciencia de parte de Occidente al aceptar que su paranoica invulnerabilidad era falsa, lo mismo que la eficiencia de sus temidos organismos de inteligencia como la CIA y el FBI, asfixiados, a la hora de la verdad, por el burocratismo tecnológico.

Para decirlo gráficamente, la Guerra de las galaxias’ se enfrenta a un mentís inobjetable: un fundamentalista suicida, si cree que inmolándose va directo a acompañar a su Dios, es tanto o más peligroso que un misil interoceánico. El terror ha pasado a ser un elemento contundente e imprevisible por ser la estrategia única de una de las contrapartes. Una comprobación más que la imaginación, la creatividad y la audacia del hombre, aun para lo peor, nunca podrán ser ignoradas y tampoco desplazadas por las máquinas.

Conclusión: apenas comienza el calvario de una guerra con múltiples territorios y enemigos invisibles.

Los nuevos, de Enrique Gaviria, y La guerra por las víctimas, de Juan Fernando Cristo, son dos importantes aportes a nuestra descaecida y trasnochada literatura política.

JORGE MARIO EASTMAN V.

EXMINISTRO DELEGATARIO - EXEMBAJADOR EN EE.UU.

consignajme@yahoo.com

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