Las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC), surgieron con tecnologías separadas. Con los avances en electrónica, procesamiento de datos y a la creación de internet, las actividades de información y las telecomunicaciones, los progresos de un campo refuerzan los del otro. Las innovaciones en computación, control e información, son ‘intercambiables’.
La convergencia integra las tecnologías de proceso y emisión. Los computadores no solo procesan información, sino que conectan y comunican; los celulares son computadores móviles y herramientas de producción y despliegue de contenidos. La convergencia de las TIC genera vertimientos digitales. Estos surgen porque la convergencia acelera la transferencia de conocimiento, apoya la innovación y mejora el desempeño interno de las firmas, en las cadenas de valor y entre industrias. Los canales de vertimientos digitales se clasifican en internos, verticales y horizontales.
Los internos surgen cuando las firmas descubren que una inversión inicial en TIC tiene aplicaciones adicionales a las previstas. Los verticales surgen de ganancias de productividad en las cadenas de suministro (i.e., Amazon), con reestructuraciones de la logística y la intermediación. Los canales horizontales se producen cuando una innovación por una firma se emula por sus competidoras, lo que aumenta la productividad del sector.
El ‘ecosistema’ de las TIC incluye los servicios de red, los de emisión (televisión, radio), producción de contenidos, de software, de equipos de cómputo y comunicaciones, la electrónica de consumo (i.e., videojuegos), la industria de componentes electrónicos y la de equipos electrónicos especializados (i.e., salud). La convergencia amplía este ecosistema. Cubre los sectores intensivos en transacciones físicas y financieras, y los basados en conocimiento. La convergencia es un fenómeno estructural basado en el cambio tecnológico, pero que se dinamiza solo por el aumento de posibilidades de negocio.
Una sociedad basada en el conocimiento requiere que ciudadanos y firmas dispongan de amplias capacidades de cómputo, búsqueda de información, así como de herramientas versátiles para crear y diseminar contenidos. Los segmentos de mayor importancia para la inversión TIC en el grupo de países ‘seguidores’ de la clasificación del Índice de Conectividad Global (GCI), que incluye a Colombia son, en su orden: (i) banda ancha móvil, para pasar de usos puramente comunicativos a experiencias de mayor calidad y al desarrollo de herramientas de alta productividad; (ii) migración a la nube, que depende de la construcción de centros de datos y del desarrollo de la banda ancha; (iii) análisis de datos, que necesita de la banda ancha y uso de tecnologías en la nube, y (iv) comercio electrónico, cuya efectividad depende de la banda ancha.
El reconocimiento y el apoyo a la convergencia requieren una política de choque para la digitalización masiva y una visión de largo plazo para desarrollar una economía digital. La convergencia de las emisiones y las TIC hace ineficiente la regulación separada de actividades. La regulación para la convergencia debe estimular la inversión en redes digitales competitivas, facilitar la modernización de las industrias y la transición a una economía digital. La Ocde (2014) recomendó la creación de un ‘regulador convergente’ para todo el sector de TIC en Colombia.
El Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones radicó, en septiembre de 2018, ante el Congreso un proyecto que une a la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) y a la Agencia Nacional de Televisión (ANTV) para crear un nuevo regulador único, que tiene funciones consistentes con el entorno de cambio tecnológico y de surgimiento de nuevos modelos de negocio. La propuesta del Ministerio recoge las mejores prácticas internacionales para aprovechar la convergencia, sienta las bases para el despliegue de plataformas que ayuden a incursionar en la economía del conocimiento, quita normas contradictorias, elimina el arbitraje regulatorio y nivela la cancha para todos los actores y tecnologías. Esto aumentará la seguridad jurídica, el monto y calidad de las inversiones en TIC. Con la unificación de los sectores TIC en materia de política pública, financiación e inversión, control y vigilancia, regulación, habilitación, permisos y concesiones, y gerencia del espectro, se provee una ‘teoría del cambio’: la mejora regulatoria y la presión competitiva (condición necesaria) empujarán la adopción y difusión de las TIC, lo que se traducirá en impactos positivos sociales y económicos.
¿Cuál es el impacto económico plausible de la reforma propuesta? Cette, López y Mairesse (2013) encuentran que una reducción del 10% en el indicador de carga regulatoria en industrias upstream (como las TIC) conduce a un aumento de largo plazo de 0,2% anual en la productividad total de los factores. Koutroumpis (2018) observa que, para la Ocde, colectivamente, el aumento de 3 a 38,6 líneas de banda ancha por cada 100 personas entre el 2002 y el 2016 generó un aumento anual promedio del PIB de 0,30%.
Estimaciones realizadas por el autor sugieren que la reforma puede inducir una inversión sectorial total de 1,2% del PIB en el 2022, aumentar las conexiones de banda ancha efectiva en 12 millones, en cuatro años, y movilizar 0,9% del PIB de inversiones para reducir la brecha digital. Sin incluir el impacto sobre la productividad total de los factores, se generaría 0,69% adicional de PIB en el 2022. El aporte de los vertimientos digitales al crecimiento está subvaluado. Se requiere una cuenta satélite que ayude a estimar, con detalle, los aportes de las TIC a la economía.