En buena hora la Universidad Eafit ha publicado la segunda edición en español del libro El ideal de lo práctico, de Frank Safford. La primera, a cargo de El Áncora y la Universidad Nacional, data de 1989. Ha corrido un cuarto de siglo y ha sido refrescante volver a encontrar al analista preciso, compacto y agudo que es Safford.
El texto presenta y discute las decisiones que enfrentaron las élites colombianas en el proceso de construcción de país después de la independencia en materia de formación técnica, en qué profesiones educar a los jóvenes, y las relaciones entre creación de empresa y educación práctica. Cabe resaltar que el periodo de análisis de Safford coincide con la llamada Era Dorada de la ingeniería en Europa y EE. UU. (entre 1850 y 1950).
Samuel Florman, comenta que, en la Era Dorada, ser ingeniero equivalía a ser partícipe de una gran aventura, convertirse en líder de una gran cruzada. Con altísima frecuencia surgía una nueva maravilla tecnológica, que era recibida por el público con gran entusiasmo. La lista ilustrativa de Florman es larga, incluye logros en transporte y construcción (trenes, transatlánticos, dirigibles, aviones, presas, túneles, puentes, edificios); energía (la máquina de vapor, la electricidad, los motores diesel y eléctricos); nuevos materiales (acero, petróleo, plásticos), y nuevos artefactos (inodoros, neveras, máquinas de escribir, máquinas de coser, cámaras fotográficas, aire acondicionado, bicicletas, carros, la bombilla incandescente, la radio).
Colombia ha vivido una Era Dorada de la ingeniería en miniatura. La interacción entre escaso recaudo fiscal y la ausencia de negocios dio lugar a una muy pequeña dotación de infraestructura de transporte por parte de un puñado de visionarios del sector público e ingenieros formados en el exterior, a puro riesgo (recordar el caso del puente sobre el río Cauca en Santafé de Antioquia).
El retraso del país en infraestructura es de dos siglos. En 1837, cerca de 80 compañías ferroviarias estaban invirtiendo en expandir la red de Inglaterra, en ese año se tendieron 1.600 km de línea, y en 1830 ya se habían construido cerca de 6.400 km de canales. En el 2014, y descontando que los modos de transporte han cambiado de peso específico y el efecto de la topografía, Colombia tiene aproximadamente 3.468 km de línea férrea (incluyendo 1,327 km inactivos) y un transporte fluvial que nunca usó canales. El área de Inglaterra es nueve veces menor que la de Colombia, y su población en 1840 era del orden de 16 millones de habitantes, mientras que la de Colombia es de 48 millones en el 2014.
Las diversas ramas de la ingeniería han aportado un grano de arena en el resto de actividades económicas, como la construcción de las redes de servicios públicos en electricidad, agua y saneamiento, y en el apoyo a la escasa manufactura de Colombia. En algún periodo de la primera mitad del siglo XX, ser ingeniero fue sinónimo de integridad y profesionalismo. Esto se ha perdido en buena parte. La ingeniería a nivel mundial se ha vuelto ‘teórica’, su enseñanza está desacoplada de la solución de problemas prácticos. Buen momento para retomar y extender el análisis de Safford, cuando las élites quieren ‘administrar’, una profesión derivada, y no crear empresa o producir artefactos hermosos y precisos.
Juan Benavides
Analista