Estoy de acuerdo en que los acuerdos comerciales no son la causa de los males del agro, así como que, en principio, los TLC traen oportunidades y nuevos mercados para nuestros productos agrícolas, sobre todo en el caso del tratado con Corea, que en materia agrícola, se negoció mejor que otros.
Repito, nuestra diplomacia comercial es de muy buen nivel, pero donde se raja el Estado colombiano es en la estructuración de políticas internas, transversales e interinstitucionales que apoyen al sector agrícola. Lo que se critica es que se firmen los tratados, se hable del potencial de mercados a los pueden acceder nuestros campesinos y empresarios del agro, y no exista una política clara y soportada con un adecuado presupuesto.
En las últimas semanas quedó en evidencia cómo está nuestro sector agrícola. Independiente a los cuestionamientos del ICA al Documental 9.70, de la periodista Victoria Solano, la respuesta de sus funcionarios deja mucho que desear. Y lo digo porque la visión del ICA, definida en su propia página es: “Ser el socio estratégico del agronegocio colombiano”. Y así debería ser, si lograra cumplir a cabalidad su misión de trabajar por la sanidad agropecuaria y proyectar los negocios de nuestro agro al mundo.
Sin embargo, nos encontramos frecuentemente con un ICA demasiado lento y burocrático, incapaz de homologar más productos colombianos en esos nuevos mercados, en los cuales cientos de millones de habitantes de altos ingresos per cápita esperan por consumirlos. Y si se confirma que, en efecto, no está velando por llevar las mejores semillas a nuestros productores, ni capacitarlos, ni asegurar incrementos en su productividad, entonces, estamos en el peor de los mundos.
Chile, en esta materia, vuelve a ser un referente interesante para analizar. El equivalente en ese país al ICA es el Servicio Agrícola y Ganadero, que mundialmente se caracteriza por ser líder en la eficiencia y el uso de la tecnología en sus procesos, apoyando el desarrollo sostenido del sector. Claro, tiene casi 300 veces el presupuesto del ICA, y la cantidad y calidad de sus funcionarios es envidiable. Además cuenta con el Instituto de Desarrollo Agropecuario, que se encarga del desarrollo de la pequeña agricultura, y la Oficina de Estudios y Políticas Agrícolas, que depende de la Presidencia y coordina que todo el sector vaya en la misma dirección. Chile definió hace mucho tiempo que sería una potencia alimentaria, comprometida con la excelencia y vocación exportadora. A un país como ese, claro que le sirve el libre comercio.
Así que, frente al TLC con Corea, en materia agrícola, lo que tiene que ver Colombia no es cuántos productos quedaron con acceso sin aranceles o con desgrave, sino cuáles de esos están homologados fitosanitariamente, y los que no, en qué va el ICA para lograr que sean admisibles.
Por otro lado, nuestros Gobierno Nacional –a través de sus instituciones– y legisladores deben comprometerse rápido con acciones y medidas que le den competitividad a nuestros productores agrícolas. El análisis de El Tiempo (8 de septiembre) cubre muchos de los problemas que requieren solución inmediata. No está el país para estar discutiendo la política agraria en La Habana, sino para implementar una política doméstica decisiva en línea con lo ya negociado en materia de TLC. Estos ya no tienen reversa. Lo que le queda al Gobierno es reaccionar pronto y corregir el incoherente manejo que viene dándole a este pilar de nuestra economía.
Juan Pablo Campos
Empresario especializado en Comercio con Asia