En 1994, el gobierno de César Gaviria tomó la polémica decisión de eliminar la cátedra de Historia del plan de estudios de los colegios y la fusionó con la de Ciencias Sociales. Desde entonces, los jóvenes estudian en esta clase, en los 11 años de colegio, temas que incluyen geografía, democracia e historia. Esta medida ha sido ampliamente criticada por educadores e historiadores, pero la discusión está a punto de terminar, pues el Congreso estudia un proyecto de ley para hacer otra vez obligatoria la cátedra de historia.
Hay que recordar que los estudios históricos en Colombia han tenido dos grandes enfoques. El primero, exaltaba el patriotismo e intentaba crear una identidad nacional.
Está representada en el libro Historia de Colombia, escrito al iniciarse el siglo XX por Jesús María Henao y Gerardo Arrubla. Aunque era un texto trabajado en detalle, lleno de fechas y datos históricos, se considera poco crítico de la realidad nacional. El segundo, compuesto por historiadores de una nueva generación más profesional, comenzaron a escribir sobre los procesos económicos y sociales, los grupos humanos y las poblaciones antes olvidadas, como los indígenas, afrocolombianos, campesinos y los que vivían en las provincias. Además de los personajes, las fechas y los héroes, había una visión acerca de la sociedad, la economía y las costumbres.
Historiadores como Jaime Jaramillo Uribe, Bernardo Tovar, Jorge Orlando Melo y Álvaro Tirado Mejía publicaron sus libros con esta nueva visión y, entre todos, sacaron una serie de nueve tomos a los que llamaron Nueva historia de Colombia.
Igualmente, frente a la aprobación de la nueva ley, qué tipo de historia que debería dictarse. ¿Deberían orientarse las clases a una microhistoria, unas historias demasiado particulares que pierden la perspectiva general o más bien orientarse a contar una historia general, que explique los grandes procesos del pasado para entender el presente y planear el futuro? Para responder esto lo mejor es seguir los consejos de Sebastián Conrad en su reciente libro Historia Global. Allí sostiene que en un mundo como el actual los historiadores necesitan un enfoque mundial, pero eso no se consigue con una simple extensión del campo examinado en las viejas historias de estados y naciones, sino que requiere métodos nuevos, adecuados al estudio de los grandes problemas de nuestro tiempo.
Conrad examina en esta obra el desarrollo de las distintas visiones de la historia mundial, desde Herodoto o Ibn Jaldun hasta Toynbee, McNeill o Wallerstein, y las respuestas recientes para proponernos los fundamentos de un método nuevo que puede aplicarse a cualquier espacio y periodo, y que va más allá del análisis de las conexiones, hacia el estudio de la integración y de la causalidad, elevada a un nivel global. Es un enfoque novedoso que hay que tener en cuenta.