La guerra comercial entre Estados Unidos y China desafía las reglas del actual sistema multilateral y obliga a repensarlo. Por esta razón, los ministros de Comercio del Grupo de los 20 (G-20), reunidos el 14 de septiembre en Mar del Plata (Argentina), acordaron trabajar para hacer una reforma “urgente” de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que le permita hacer frente a este y otros retos futuros. El G-20 es el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política: aborda los grandes desafíos globales y busca generar políticas públicas que los resuelvan. Está compuesto por la Unión Europea y 19 países más.
Las negociaciones para modernizar la OMC comenzarán a tomar forma en noviembre, en Ginebra, cuando se realizará una primera reunión a nivel técnico. Aunque no quedaron establecidos los temas ni el orden en que se tratarán, existe la esperanza de que allí puedan surgir propuestas concretas.
Para abordar el asunto, hay que tener en cuenta que la crisis de la OMC y el descontento con el sistema multilateral de comercio no surge solo de las tensiones entre China y EE. UU., viene de tiempo atrás, es más profunda y obedece a diferentes causas. Además, no es exclusiva de EE. UU., sino de otros países desarrollados y en desarrollo. Se atribuye el aumento de la desigualdad, la pérdida de empleos y la disminución de salarios a los costos del comercio internacional abierto, al incumplimiento de las normas pactadas en la OMC y a la lentitud en la toma de decisiones dentro del sistema de solución de controversias. A ello hay que agregar otras causas como la brecha que crea el cambio tecnológico entre diferentes países y la insuficiencia de mecanismos de bienestar que podrían haber permitido una mejor distribución de los beneficios de la globalización.
Hasta ahora, para resolver estos problemas y restablecer la confianza en una gobernanza eficaz del comercio mundial, se han adelantado negociaciones sin éxito en el ámbito de la OMC, siendo la última la realizada en Buenos Aires, en diciembre pasado, durante la XI Conferencia Ministerial de este organismo.
En vista de lo anterior, se ha pensado que el G-20 podría ser un foro adecuado para realizar estas negociaciones, teniendo en cuenta los siguientes supuestos: los países que integran el G-20 representan el 85 por ciento del PIB mundial, dos tercios de la población, 75 por ciento del comercio mundial y 80 por ciento de las inversiones. El G-20 es ágil y flexible para adaptarse a las necesidades urgentes y siempre ha dado respuesta rápida a las crisis que ha tenido que tratar. Tiene experiencia en materia de globalización, ya que en la Declaración de Hamburgo del G-20 (2017) se reconoció que sus beneficios “no se han compartido lo suficiente” y se ofreció tomar algunas medidas concretas que favorezcan a todas las personas.
En la Declaración también se manifestó que la lucha contra el proteccionismo debería incluir un combate contra “prácticas comerciales desleales”, se aceptó “el papel de los instrumentos legítimos de defensa comercial” y se pidió la eliminación de los subsidios que distorsionan el mercado y otros tipos de apoyo por parte de los gobiernos. Finalmente, se comprometió a tomar las medidas necesarias para ofrecer soluciones colectivas que fomenten un campo de “juego verdaderamente nivelado”.