Puede que ya no haga falta una felicitación más para Egan Bernal, campeón del Tour de Francia, la reconocida carrera ciclística más importante del mundo, pero la lección de humildad de este joven de Zipaquirá merece todo el reconocimiento y debería ser ejemplo para muchos en nuestro país, ricos, poderosos e influyentes.
Son muchos los conceptos de humildad, de los que generalmente se abusa para mostrar esa caracterización tan importante y necesaria en los humanos. Y pese a su difundido uso, no es fácil precisar el concepto.
En las religiones, por ejemplo, la sumisión está asociada al temor de Dios y es la humildad. Sin embargo, comportarse con humildad implica también evitar la prepotencia ante un jefe o una autoridad legal y optar por el acatamiento.
Creo que esa humildad es limitada porque se constituye en un compromiso o una señal de obligada obediencia. Desde el ángulo religioso se supone que todos somos iguales ante los ojos de Dios y en casos como el budismo la humildad se asimila a la conciencia como vía para liberarse del sufrimiento.
En otras ocasiones, la humildad de asimila a pobreza, a falta de recursos para sobrevivir y se habla de una “persona humilde” o de un “barrio humilde”, sencillamente porque se es pobre.
Y la verdad es que la humildad es un valor independiente de la concepción religiosa o de la posición económica y social. En otras palabras y sin mucha profundidad filosófica, puede haber humildad en un rico o un pobre. Y de hecho son muchos los casos.
Una persona con humildad se siente orgulloso de sus logros, propio de la condición humana, pero no cae en la vanagloria de sentirse por encima de los demás, rechaza la ostentosidad, la arrogancia y el orgullo, y se inclina por valores como la modestia, la sobriedad y la mesura.
Y es por eso que Egan merece todo el reconocimiento. Desde el mismo momento que comenzó la carrera reconoció que hacia parte de un equipo y su tarea encomendada era la de ser gregario y lo cumplió hasta cuando las condiciones de la carrera lo exigieron.
Luego, ya con la camiseta amarilla, tuvo la humildad de afirmar que la parecía increíble tenerla y poder llegar a París. Luego, agradeció al equipo el triunfo y no hubo colombiano que no se sintiera orgulloso de su actitud y comportamiento.
¿Y qué decir de la familia de Egan? Como la mayoría de las familias de nuestro país, orgullosa de su patria y reconocida con su esfuerzo y lucha para salir adelante.
Sin resentimiento ni bronca. Agradecen a su pueblo y amigos que le han contribuido al campeón, en una suma de pequeñas cosas que se agregan con paciencia y tesón para lograr el objetivo que no se reduce a un día de gloria sino que la vida continúa. Sin soberbia ni altanería.
Ejemplos de humildad hay muchos en Colombia y en el mundo, de políticos, gobernantes y empresarios, pero también existen también ejemplos de soberbia y prepotencia que resultan dañinos para la sociedad. Y no es el caso entrar a hacer una doble columna con “humildes” y “no humildes”. Por ahora: ¡Gracias Egan!
PD. La visita del Presidente Duque a China es trascendental y claro que es importante sumar comercio de banano y aguacate, pero quienes desde hace muchos años admiramos a ese gigante, sabemos que el relacionamiento va más allá: es una relación que se basa en unos valores y una cultura milenaria que hay que conocer y profundizar con visión de largo plazo.
Mario Hernández
Empresario exportador.