En Colombia, como en muchos países desarrollados o no, predominan las pequeñas y medianas empresas, pero dentro de muchas diferencias, quizá la más relevante es que aquí entre esas pequeñas unidades productivas, la opción de exportar no es considerada como seria ni atractiva. Y no es para sorprenderse como muchos tecnócratas y dirigentes gremiales lo reseñan como algo extraño. La verdad es que hay razones muy claras para esa decisión y optar por quedarse con el mercado nacional, con lo cual el país está perdiendo una gran oportunidad para crecer, alcanzar una modernización del aparato productivo, generar empleo y agrandar las cifras para corregir el faltante entre exportaciones e importaciones, cada día más grande y peligroso.
Lo primero que se debe advertir es que en el país no hay un brazo financiero para financiar proyectos de pequeñas y medianas empresas, como sí lo existe en países como el mismo Chile o México, cosa que a todas luces resulta muy diciente y por qué no frustrante. Un pequeño o mediano empresario tiene condiciones más duras que uno grande para acceder al financiamiento, agravado con que si tiene la idea de producir para exportar recibe una castigo por ser más riesgoso.
En esos términos no hay que sorprenderse con su racionalidad. Una encuesta de Anif revela que el 84% de las pymes consultadas dijo no vender al exterior, el 90% no planea hacerlo, el 48% no está interesado en hacerlo y el 43% cree que no tiene productos exportables o carece de información. No es un problema de comercializadoras, ni de mera educación financiera o de comodidad, como algunos “expertos” lo quieren hacer ver y pierden el tiempo retando a los empresarios a vender afuera. Tampoco el asunto se reduce a pregonar que una mayor devaluación de la moneda brinda el escenario ideal para exportar. Todos esos ‘sabios’ no ponen un peso y tienen la justificación adecuada para explicar el fracaso. Y toda la pérdida es asumida por el empresario.
La estructura productiva nacional requiere ajustes grandes, de los que se ha hablado desde hace tres décadas cuando inició la internacionalización de la economía y se trajo a expertos como M. Porter cuyas recomendaciones fueron guardadas en los anaqueles oficiales. Solo un numero muy reducido de empresarios puso atención al asunto y los gobiernos de turno siguieron con el discurso pero sin una acción concreta en favor de ese modelo que sin duda ha dado resultados muy grandes en países de Asia y aquí en México, Chile y más recientemente en Perú.
En nuestro país, una empresa que quiera exportar bienes distintos a los de la industria extractiva o que impliquen un valor agregado nacional está en serios problemas, lo cual es distinto a transar mercancías primarias como café, banano y flores y que están sujetas al vaivén de los precios internacionales, importantes sin duda, pero no son el fundamento del comercio moderno. En la manufactura el asunto es crítico. Se importan los tornillos que se requieren como piezas de las pequeñas máquinas, hay que traer de afuera las cremalleras para hacer los bolsos y las maletas de viajes y muchas de las telas para terminar las prendas de vestir deben ser importadas.
Ciertamente un modelo productivo para exportar no es algo que se logra en unos meses. Es un asunto que no da réditos electorales e involucra muchas variables que generen confianza y hagan creer a los empresarios, especialmente a los que no son grandes, que no van a quedar colgados a la vuelta de la esquina. De lo contrario, no vale la pena correr el riesgo.
Mario Hernández
Empresario exportador