La economía colombiana registró en el 2017 la más baja tasa de crecimiento en lo que va de la segunda década de este siglo y no hay evidencia contundente de que en el 2018 las cosas cambien significativamente. Y no resulta para nada alentador que quienes manejan la política económica estén hablando de una recuperación con un pronóstico de crecimiento del PIB de 2%, a todas luces, mediocre.
En ese orden, la pregunta simple que se debe hacer es ¿qué está pasando con la economía nacional? La respuesta también es sencilla: las fuentes de crecimiento se agotaron y no se plantea nada interesante o audaz para revertir esa tendencia. Es más, hay una gran complacencia de las autoridades con ese statu quo, lo cual es preocupante. Dejamos de ser una de las economías más dinámicas de la región.
Nadie espera nada importante de los gobiernos en los últimos meses, más allá de arreglar asuntos de rutina para entregar la casa, lo cual no es exclusividad de este mandato, siempre ocurre así. Pero tampoco está bien que se quiera descalificar propuestas de los candidatos acusándolos de ‘populismo’ –palabra de moda– o tratar de atribuir la responsabilidad de los problemas a quienes aspiran a tomar los destinos de la administración desde el 7 de agosto, alegando un ambiente de polarización que le hace mal a la economía. Sencillamente no es cierto y la gente no lo cree. Las agencias especializadas hacen una evaluación del riesgo país y dan una calificación en función básicamente de lo hecho hasta ahora y sus implicaciones en el futuro. Así de sencillo.
La campaña presidencial arranca en forma después de las elecciones del próximo domingo, y, sin exagerar, se puede afirmar que es la “primera vuelta” por razones claras.
Luego, las contiendas de mayo y junio corresponden a una segunda y tercer vuelta.
Los resultados del 11 de marzo marcan una tendencia clara y mostrarán el poder legislativo de los partidos políticos con el que deberá trabajar el nuevo gobierno que se instala en el segundo semestre. Sin duda, en ese factor radica la importancia de la decisión que tomarán los ciudadanos al elegir a los parlamentarios. En esto no puede haber equivocación. Hay que votar con criterio patriótico para que lleguen los mejores legisladores.
Luego, las propuestas de los aspirantes a la Presidencia serán objeto de depuración y refinamiento y en esos términos se podrán evaluar mejor que ahora. Sin embargo, no está bien descalificar algunas hechas ya por los aspirantes, como la de revisar la estructura de impuestos con el propósito de estimular la inversión y el crecimiento de la riqueza, fundamento del bienestar. No es un invento nacional, es una tendencia internacional que plantea que una rebaja de impuestos estimula a las empresas a invertir y a generar más y mejores empleos. Y tampoco es una irresponsabilidad hacerlo.
Candidatos como Iván Duque, con quién públicamente he demostrado mi simpatía, tienen clara la idea. Él ha ido mas allá al plantear una audaz acción para estimular el consumo, que tampoco es exclusiva de aquí: que haya un día cada dos meses para que la gente compre sin pagar IVA. Esto estimularía de forma importante el consumo y por ese camino, la producción y el gobierno se beneficiaría con mayor recaudo al mejorar la situación de las empresas. Eso no tiene nada de demagógico o populista, como quieren mostrarlo algunos. Acciones audaces como esa se requieren para salir del marasmo económico en el que estamos.