Una campaña política, aquí y en todas partes, busca el favor de los ciudadanos confrontando ideas. Y esa discusión alcanza muchas veces niveles altos de vehemencia y confrontación ideológica, que muchos llaman polarización. Y eso no tiene que preocupar más de la cuenta, por el contrario, es la forma en que los ciudadanos deciden su inclinación o preferencia política, en busca de no caer en la máxima del desprestigiado Nicolás Maquiavelo, cuya sinceridad y crudeza ofende a muchos: “El que busca engañar encontrará siempre quién se deje engañar”.
Pero yendo un poco más allá, el mismo filósofo italiano, diplomático, funcionario público, filósofo y autor de imponente estilo, que nació en una familia noble empobrecida –aristocracia decadente, diríamos aquí–, dijo también algo clave para nuestra realidad actual en la que se inicia la campaña para la sucesión del presidente Santos: “La primera regla para estimar la inteligencia de un gobernante es observar a los hombres que tiene alrededor suyo”.
En países como Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia hay un sistema o democracia parlamentaria, un modelo de gobierno en el que la elección del ejecutivo (presidente o primer ministro) emana del legislativo, y el elegido le responde al Congreso. En el otro lado, está el sistema presidencialista, como el nuestro, en el que hay una división de poderes definida entre ejecutivo y legislativo, pero es el presidente quién manda y el Congreso le hace control político y aprueba las leyes. Es una manera sencilla de explicar las cosas.
Por estos días, luego de elecciones parlamentarias en Alemania e Italia, los gobiernos no alcanzaron las mayorías parlamentarias para gobernar y debieron hacer alianzas programáticas para que el presidente gobierne. Si no lo logra, renuncia y se convoca a elecciones nuevamente. Merkel logró acuerdo y en Italia se está en el proceso.
En Colombia, las elecciones del domingo pasado configuraron un mapa político que, en sentido estricto, no tiene nada que ver con el partido que ganará la presidencia, y de forma anticipada los grupos (caso ‘la U’) están buscando a quién arrimarse, así no tengan afinidad ideológica, porque lo importante para ellos es alcanzar una cuota burocrática o de mermelada en el nuevo gobierno. Y con seguridad que si su candidato no gana, buscarán lo mismo con el presidente que sea.
Sin duda, esta es la razón del desprestigio, mala imagen y acomodo de la capacidad real para legislar que tiene nuestro parlamento en manos de los llamados ‘barones electorales’, que cada cuatro años renuevan su poder regional y siguen en el ejercicio de la politiquería.
En cualquier parte del mundo es absolutamente imposible que un candidato como Petro salga a proponerle una alianza a Vargas Lleras, tal como lo acaba de hacer, o que un partido se ofrezca al mejor postor, y grave que tengan recepción. Así, tendríamos que aceptar otra frase del filósofo reseñado: “De la humanidad podemos decir, en general, que son volubles, hipócritas y codiciosos de ganancias”.
El encanto de Iván Duque es ese, al plantear que solo hará alianzas sobre principios y valores que no se acomoden a la coyuntura electoral. Sobre Duque dijo acertadamente Darío Arizmendi, director de Caracol. “Nació una nueva estrella en el firmamento político colombiano y se llama Iván Duque (…) si vuela solo podría, incluso, ganar en primera vuelta”.