¿Cuánto daría cualquier político por tener una mínima parte del liderazgo que tiene el papa Francisco? La realidad es que resulta admirable y sorprendente la capacidad del prelado de compenetrarse con la gente, más allá de lo que representa como símbolo de religiosidad. Lo que dice es profundo, como son muchos líderes, pero con un tono de sencillez, emoción, transparencia y aire coloquial que lo hace humano y muy distinto a otras personalidades.
Sus palabras en el palacio de Nariño, en el cual el presidente Santos lo recibió como jefe de Estado, y luego en la plaza de Bolívar, al saludar a una cantidad impresionante de jóvenes, fueron demostraciones de su gran capacidad para comunicar mensajes con gran claridad, no dejar duda y compartir las ideas sin importar la ideología.
Reconozco que solo escuché lo que dijo Francisco en las dos primeras intervenciones del jueves pasado y no las interpretaciones de los comunicadores y analistas sobre sus palabras, menos me atreví a buscar en las redes sociales, con ese tufillo de malquerencia en el que se han entrado, y, sinceramente, creo que lo hice correctamente.
Se puede hacer todo tipo de interpretaciones y sesgos, de acuerdo con las ideas políticas, religiosas, raciales e incluso deportivas de cada quien, sobre las ideas de Francisco, y con seguridad que los expertos y periodistas gastarán semanas en explicarlo, pero creo que todos, ricos y pobres, empresarios y trabajadores, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, doctores e iletrados, padres y madres, bancos y negros lo entendieron, no requieren interpretaciones de terceros que manipulen a su antojo. Lo dijo a su manera.
En su cita con los jóvenes fue sabio y contundente. “El mundo no es en blanco y negro, sino que hay una amplia gama de tonalidades”, y luego los retó: “¿Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que se propongan? ¡No le teman al futuro. Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy”.
Y a todos nos recordó lo que significa enredarnos en discusiones interminables, muy propias de nuestro carácter, sabiendo lo que significa la experiencia de trabajar sin ningún resultado. La Patria Boba por la que pasaron 16 presidentes, cuando lo que se requiere es ser “socios de la empresa común que es Colombia, la patria”.
En cada una de las ciudades de la agenda de Francisco, el mensaje fue distinto, y al menos en la capital del país, el reconocimiento hay que hacerlo general, a los bogotanos, al alcalde Peñalosa y al Presidente, por la organización y seriedad para que la gente pudiera disfrutar a este gran líder.
La clase política y nuestra dirigencia no deben sentir envidia de Francisco, sino reflexionar sobre sus mensajes para que sean conscientes de lo que necesita el país y de lo que la gente espera de ellos como sus representantes, que hasta hora dejan mucho que desear. Así de claro y sin rodeos.
columnista
‘Más claro no canta el gallo’
La clase política y nuestra dirigencia deben reflexionar sobre los mensajes del Papa, para que sean conscientes de lo que necesita el país.
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Mario Hernández Zambrano
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