Chile ha sido destacado en todas partes como el país de mostrar en América Latina e incluso llegó a acuñarse la expresión de ‘milagro chileno’ como ejemplo para los demás. Las cifras de crecimiento económico, el aumento en el ingreso per cápita y la disminución de la pobreza e indigencia, el acceso a la educación y sus reformas fueron copiadas en distintas latitudes y en muchas universidades del mundo lo han tomado como caso de estudio. Incluido Colombia.
¿Qué pasó? De pronto, desde hace poco tiempo, la reacción social parece mostrar que la gente no está satisfecha con lo alcanzado y haber sido más objeto de propaganda y de sobre ponderación que de una realidad concreta. Ahora, con las revueltas violentas de las últimas semanas que han dejado confundido a más de uno, no parece haber una explicación que convenza.
En los extremos están quienes piensan que los graves daños y los muertos son consecuencia de un aparato represivo del Estado. Y en el otro lado, quienes hablan de una conspiración contra la democracia, producto de un represado vandalismo, orquestado desde afuera.
Ni el capitalismo salvaje ni el retorno a la izquierda radical explican lo que está ocurriendo. Ni lo uno ni lo otro. La decisión de elevar las tarifas del metro en un monto realmente bajo fue solo la disculpa para destapar algo mucho más grande que estaba incubando desde hace varios años.
Después de la salida de Pinochet (1990) luego de 17 años en el poder, se inauguró un etapa de gobiernos de izquierda democrática (La Concertación) dentro de los cuales se cuentan ocho años de la socialista Michelle Bachelet y solo hasta ahora se puede hablar de alguien más cercano al centro derecha como Sebastián Piñera, quien también ya había ocupado la Casa de la Moneda.
Y entonces en esos términos no se puede culpar al neoliberalismo como la razón para explicar lo que está pasando.
Creo que Chile es en efecto un caso de estudio pero por lo que está pasando ahora para explicar lo ocurrido, y sería aventurado lanzar una teoría más allá de creer que la riqueza per se soluciona los problemas. Un experto de Naciones Unidas dijo hace unos días algo que podría ser el un punto de partida, refiriéndose a Latinoamérica: “Para resolver los retos de la región es importante crecer, pero también observar el tipo de crecimiento. Se puede atajar la pobreza con un crecimiento menos concentrador”. Y todo indica que los buenos resultados agregados de Chile han tenido ese pecado, al excluir a una parte importante de la gente del progreso, gente que tiene más cosas materiales que antes, pero no se siente partícipe.
Yo no sé si la economía alcance para ciencia, pero en lo que no tengo duda es que no se puede reducir a un mero ejercicio de cálculo matemático y se crea que no tiene una dosis de ética y moral que mire asuntos como la equidad, la democracia participativa y la inclusión social, pues finalmente es un ejercicio que propenda por el bienestar general y, aunque muchas cosas se expresan en mayor capacidad de compra y dinero, una sociedad necesita mucho más que alimente el espíritu.
¿Será que se necesitan más sicólogos economistas?
Mario Hernández
Empresario exportador