No tengo la menor duda que los narcoterroristas de las Farc, secundados por Hugo Chávez, van a calificar la multitudinaria marcha del lunes 4 de febrero cómo un desfile de oligarcas. Tan estúpida reflexión será apoyada por el infeliz de Daniel Ortega. Ya la pérfida de Piedad Córdoba la ha catalogado como una "Marcha del Odio".
Pero hagamos abstracción momentánea de las insondables tonterías de estos mequetrefes y ubiquémonos: El Diccionario de la Lengua define a la oligarquía cómo un reducido número de personas, de la misma clase, que ejerce el poder supremo. Si los cinco millones de colombianos, como mínimo, que marcharon el lunes son oligarcas, es decir son de la misma clase y ejercen el poder supremo, entonces Colombia debe ser un país único: inmensamente rico y poderoso; y la nación que concentra la mayor cantidad de oligarcas en la historia de la civilización occidental. La estupidez, decía Einstein, es lo único que no tiene limites. La coyuntura actual le presenta a Colombia tres grandes oportunidades y una seria amenaza:
La primera oportunidad es demostrarle al mundo entero que el país, al unísono, sin distingos de clase, género, raza, o edad, rechaza de manera contundente a las FARC. No son pocos los ingenuos, los despistados, y los "idiotas útiles", especialmente en Europa, que creen que los narcoterroristas tienen en Colombia un amplio respaldo popular. Nada más alejado de la verdad.
La segunda gran oportunidad radica en aprovechar la coyuntura de que Chávez, alentado por su siniestro ministro Ramón Rodríguez Chacín y el general Hugo Carvajal, les han abierto de par en par las puertas a los narcoterroristas para que exporten la cocaína y la heroína a través de Venezuela. El gobierno colombiano debe redoblar sus esfuerzos en taponar las otras rutas de exportación con la finalidad de que no el 70%, sino el 100% de la droga, sea exportada por Venezuela. Chávez nunca lo entenderá, pero la droga corroerá a sus fuerzas armadas como un cáncer.
La tercera gran oportunidad consiste en darles un enorme revolcón a nuestras políticas de inmigración. Debemos recibir con los brazos abiertos a los miles de venezolanos, principalmente los empresarios y los profesionales, que se quieren establecer y trabajar en Colombia y darles permisos de residencia y ciudadanía.
La gran amenaza, desafortunadamente, es que hay por parte de Chávez -y sus áulicos más cercanos, azuzados por el badulaque nicaragüense- una guerra en ciernes. Es una guerra en busca de una causa. Y el gobierno colombiano tiene que ser lo suficientemente inteligente y prudente para no caer en la trampa de este par de psicópatas, Chávez y Ortega.
Para el autor de esta nota, la estrategia venezolana es buscar un incidente marítimo con Nicaragua. Alegando Tratados de Protección Mutua, Chávez probablemente iniciará un conflicto armado. Así de fácil empiezan las guerras.