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Mauricio Botero Caicedo

Salarios e incentivos

"Lo que los mandatarios merecen es que se les pague parcialmente por resultados, ya sean positivos o

Mauricio Botero Caicedo
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Mauricio Botero Caicedo

Hace algunos días PORTAFOLIO publicó los salarios integrales de los mandatarios en el continente americano. Algunos, como es el caso del presidente Álvaro Uribe, están escandalosamente mal pagos. El sueldo del presidente, que trabaja 18 horas al día, 340 días al año, escasamente sobrepasa los 18 millones de pesos al mes, cifra considerablemente inferior a lo que ganan los altos ejecutivos en el sector privado. Fidel Castro, manifiestamente sobrepagado, devengaba un salario de 30 dólares mensuales.

Pero indistintamente del nivel de remuneración, lo que los mandatarios merecen es que se les pague parcialmente por resultados, ya sean positivos o negativos. El economista norteamericano, Steven Landsburg, en su divertido libro More Sex Is Safer Sex, (Free Press, 2007), sugiere una alternativa tan sencilla como viable. Para Landsburg, la solución ideal es pagarles a los gobernantes, en especial a los presidentes, a los gobernadores y a los alcaldes, una parte importante de su salario indexado a la finca raíz.

Llevando la propuesta de Landsburg al caso colombiano, lo que puede haber ocurrido es lo siguiente: siendo el salario mensual del presidente 18 millones de pesos, un poco más de la mitad, o sea 10 millones de pesos mensuales, se le pagarían al mandatario al final de su mandato. Como el período presidencial es de 48 meses, estaríamos hablando de 480 millones de pesos, que serían invertidos por una fiduciaria en terrenos urbanos y rurales a lo largo y ancho del país. Esta fiducia sería absolutamente independiente, y el mandatario no tendría ni conocimiento ni injerencia sobre las inversiones. Al final del mes 48, la fiducia vende los bienes y le entrega el producto al mandatario.

Del 2002 al 2006, la finca raíz en Colombia multiplicó su valor entre seis y ocho veces. O sea, Uribe hubiera recibido entre 2.880 y 3.840 millones de pesos por su incuestionable éxito en el campo económico. El esquema, como es de impecable lógica, se aplicaría a los gobernadores con inversiones en sus respectivos departamentos y a los alcaldes en sus respectivos municipios.
No tengo la menor duda que una verdadera lluvia de piedras e insultos le caerán al que trate de impulsar una idea como la esbozada por Landsburg. Pero debo confesar que cada día pienso que un esquema parecido al propuesto por el norteamericano no solo conlleva los incentivos correctos para los altos funcionarios públicos, sino que es la mejor manera de reconocer la labor, buena o mala, de todo gobernante.

* * * * *
Esta es mi última columna en PORTAFOLIO. Aprovecho la oportunidad para agradecer a las directivas de la Casa Editorial El Tiempo el haberme permitido escribir estas líneas semanales durante los últimos siete años. Igualmente, agradezco infinitamente a mis lectores -que con humor e infinita paciencia- me acompañaron en estas columnas. A todos ustedes, mi eterna gratitud. 

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