¿Cómo pudo ganar la presidencia de Brasil un personaje como Bolsonaro? Entre muchas de las respuestas, llama la atención la autocrítica que se está haciendo en sectores progresistas que reconocen la responsabilidad de los partidos de centro-izquierda que llegaron al poder y no cumplieron sus promesas, frustrando así las expectativas de las mayorías populares que esperaban salir de siglos de pobreza y abandono.
Una muestra de esta autocrítica es el texto que recibí de un viejo amigo (que no es lo mismo que un amigo viejo), quién así reconocía la derrota: “El triunfo de Bolsonaro consagra el fin del periodo progresista que fue mayoritario en América Latina en los últimos 15 años. Como en otras latitudes, se imponen ahora en la región fuerzas ultraconservadoras y autoritarias, dispuestas a arrasar con las conquistas democráticas, con las políticas incluyentes y hasta con diversos sectores de la población”. Y lo explicaba así: “Es cierto que la derecha ha utilizado armas mezquinas y discursos cargados de falsedad y engaño. Pero también es verdad que los sectores progresistas -de izquierda, centro izquierda o liberalismo de centro- tienen responsabilidad de su derrota: cuando accedieron al poder no estuvieron a la altura: desatendieron prioridades de construcción democrática, se distanciaron con arrogancia de las clases medias y cayeron en espirales de corrupción que decepcionaron a sus electores de base. Esta desilusión llevó a muchos a votar por la extrema derecha”.
La autocrítica es cierta en el caso del Brasil, pero hay que recordar que ese triunfo de la ultraderecha tiene mucho en común con otros sorpresivos resultados electorales como el triunfo del brexit en Inglaterra, el del ‘No’ en el referendo por la Paz, o la victoria de Trump.
En esos casos no existían los antecedentes de errores de gobiernos progresistas, de manera que no cabe la explicación autocrítica; se lograron por una estrategia de desinformación y mentiras, diseñada para provocar la indignación de la gente para que “saliera a votar verraca”, como lo reconocieron aquí. En Brasil, constataron que de las 50 imágenes que volvieron virales en la campaña los partidarios de Bolsonaro, solo cuatro eran verdaderas, las demás montajes para desprestigiar a los contrincantes.
Con el optimismo resiliente de quien está acostumbrado a levantarse después de las caídas, mi amigo plantea un claro derrotero político: “Tras esta derrota masiva y brutal, las organizaciones políticas progresistas tienen que cambiar, porque cambió la coyuntura y cambió la población”. “Será imperativo para el progresismo hacerse cargo de las angustias de quienes siguen en condición de pobreza y exclusión, entender las nuevas aspiraciones de los sectores populares beneficiados por el crecimiento de los últimos 15 años y acercarse a las clases medias urbanas, que, con razón, desconfían de la izquierda. Deberá también abanderar, sin vacilaciones, el derecho a la vida, los derechos de las mujeres y de las poblaciones discriminadas y la política medioambiental. Todos ellos serán víctimas directas de la nueva vía reaccionaria”.
“Se puede sobrevivir a esta noche oscura. Para lograrlo se requiere aprender de los errores del pasado y construir un nuevo proyecto progresista acorde a los nuevos tiempos y más cercano que nunca a la gente, a sus derechos y a sus libertades”.
Hay que hacerlo así, pero también tener una estrategia para combatir las tecnologías de la desinformación y las mentiras.
Mauricio Cabrera Galvis
Consultor privado
mcabrera@cabreraybedoya.com