Hasta hace poco, cuando alguien analizaba las perspectivas de la candidatura de Gustavo Petro, los expertos en encuestas decían que no había que pararle bolas porque su favorabilidad tenía un techo. Según esa perspectiva, su pobrísima gestión en la Alcaldía de Bogotá y el lamentable espejo de Venezuela eran suficientes para pensar que no tenía futuro en esta campaña presidencial. Ahora tenemos a Petro liderando las encuestas, llenando plazas y asustando a medio país con la posibilidad de convertirse en presidente.
¿Cómo pudo suceder esto? Quien se sorprenda con el ascenso de Petro es porque no ha estado sintonizado con la realidad nacional.
Su repunte se debe a varios factores y el primero es el más obvio: la distribución del ingreso en Colombia es una de las peores del mundo y, aunque en la última década diez millones de personas salieron de la pobreza, sigue habiendo alrededor de 15 millones de colombianos en esa condición. Por eso no es raro que la lucha de clases y la defensa de un Estado asistencialista sean atractivos argumentos de campaña.
Entre las preguntas que formula la encuesta de Latinobarómetro hay dos que son reveladoras. La primera indaga a los encuestados sobre la relevancia que tiene el conflicto entre ricos y pobres en su país. Sorpréndanse ustedes: Colombia ocupa el segundo lugar en la región, detrás de Ecuador, con 84 por ciento de respuestas que afirman que ese conflicto es fuerte o muy fuerte.
Cuando se les indaga a los encuestados si son beneficiarios de algún programa de ayuda del Estado, Colombia queda de cuarto entre 18 países, muy por encima del promedio regional. Sumen ustedes la tensión entre ricos y pobres y la dependencia de una porción significativa de la población del asistencialismo público, y no es raro que cale una propuesta populista.
Justamente, una de las mayores fortalezas de Petro es la alusión a los problemas que más aquejan a la gente.
Según la encuesta de Invamer, los asuntos prioritarios que la mayoría de los colombianos creen que debe resolver el próximo presidente se relacionan con el desempleo, la corrupción, la salud y la educación. Por eso no es extraño que las candidaturas de Petro y Fajardo, que son los que más encaran estos temas, hayan liderado las encuestas en los últimos meses, mientras que los candidatos tradicionales han tenido más dificultades metidos en el viejo dilema de Farc o no Farc.
Cualquiera que analice con rigor económico la gestión de Petro en la Alcaldía de Bogotá podrá enumerar la multiplicidad de líos que generó (dos ejemplos protuberantes son las finanzas de Transmilenio y haberle dado la recolección de basuras a Aguas de Bogotá) y los que ocasionaría en caso de llegar a la Casa de Nariño.
Por eso, en lugar de pretender cerrarle espacios políticos a punta de adjetivos, dándole el papayazo de posar como victima del sistema, lo mejor que pueden hacer sus contendores es rebatirlo en el campo de la escasa idoneidad económica de sus planteamientos. Allí encuentra el techo rapidito.