Quise titular esta columna ‘La universidad en el aire’, pero me pareció una falta de respeto con esa obra inmortal del vallenato de nuestro inolvidable Rafael Escalona. Y me demoré un par de días pensando en cómo titular y cómo arrancar la columna porque esa es la parte más dura de esto. Algunos dejan el título para el final, pero me apegué a una técnica de redacción que busca que el título, mucho más si es de una columna, sea muy llamativo. Y si, que sea llamativo pero que sea coherente con lo que se va a escribir.
La sede de la Universidad Nacional (UN) en La Paz es un capricho de Cristian Moreno Payares que heredó Luis Alberto Monsalvo, mucho más caprichoso que el primero; los dos anteriores gobernadores al actual que heredó el capricho que ahora es un tremendo “chicharrón”. Y me van a perdonar mis dos muy buenos amigos, Rodolfo Quintero Romero y Ciro Quiroz Otero, que sé de sus muy buenas intenciones al haber propiciado que la UN aprobara el abrir la sede continental Caribe en La Paz (Cesar), municipio a 17 kms de Valledupar.
Esa sede cuando era aún un proyecto tuvo la oposición de dos ministras de Educación en el Consejo Superior Universitario (C.S.U.) de la más importante universidad pública de Colombia. Y el argumento, en ambos casos, era la cercanía y presencia de una universidad pública del orden nacional, la sede principal de la Universidad Popular del Cesar (U.P.C.) en la capital del departamento. Por eso me atrevo a decir que es la universidad del capricho. Porque el gobernador que impulsó el proyecto, Cristian Moreno Payares, estaba enemistado con el rector de la época y por eso comprometió los recursos de la administración departamental en la construcción de dicha sede como requisito del compromiso pactado con la UN. Y, supuestamente, después que estuviera construida y dotada, la Nación le iba a girar un recurso importante a la UN para el sostenimiento de la planta profesoral y administrativa que se iba a necesitar.
Quiero creer en la buena voluntad de el exrector Ignacio Mantilla Prada, quien afirmó lo anterior en un par de sesiones del CSU de la UN pero que no está escrito, formalmente, en ningún lado. La sede hoy está prácticamente terminada. Faltan algunos detalles de dotación que la Gobernación del Cesar se ha comprometido a proveer.
Me atrevo a escribir esta columna porque sé de muy buena fuente, del interior de la UN, que hoy el criterio es no abrir la sede de La Paz porque la universidad no tiene los recursos y así se lo han hecho saber, extraoficialmente, a las autoridades departamentales del Cesar. La UN hoy tiene un déficit de más de 80.000 millones de pesos en su planta profesoral y administrativa. Y se supone que los recursos extraordinarios que le debe girar la Nación por la celebración de los 150 años de fundada, celebración de año pasado, son para obras civiles y arquitectónicas en la sede principal que tiene varias edificaciones que amenazan con caerse.
Los cálculos, con los programas que se piensan abrir en La Paz, es que los costos de esa planta profesoral y administrativa para dicha sede estén en el orden de, más o menos, $30.000 millones de pesos anuales calculados para el 2018, que estoy casi que convencido que la Gobernación del Cesar tampoco los tiene. Entonces, como advirtió el Contralor General de la Nación, dicha obra va camino a convertirse en un elefante blanco.
Quiero dejar muy claro que no soy enemigo de la llegada de la UN al Cesar que es mi departamento. No, jamás. El problema es como se han dado las cosas.
Desde un primer momento hubo voces, incluida la mía, diciendo que lo había que hacer era fortalecer la relación, existente aún, entre la U.P.C, y la UN. Hoy, hay voces al interior de la universidad capitalina pensando en esa posibilidad. Y, por ende, necesitamos es rescatar a la universidad del Cesar de las garras de la politiquería. Allí se han incrustado un par de parlamentarios que no permiten que la universidad se renueve. La Nación y el Congreso deberían revisar la forma en que se eligen los miembros de los C.S.U. en las universidades públicas porque hay es donde está el meollo del asunto.
Creo que en la U.P.C. hay gente muy buena. Vivo agradecido con esa universidad pese a no ser egresado de ahí. Mi prestigio como académico se lo debo a ella. Y por eso creo que, si los caminos confluyen para que se de lo que siempre tuvo que ser, debe llegar un muy buen rector a la U.P.C., con experiencia administrativa especifica comprobada, para que esa alianza que se avizora con la Nacional sirva para buscar nuevos escenarios de desarrollo para la ciudad y el departamento.