Cincuenta años son casi una vida, pero para las instituciones resultan una corta primavera. En 1968, Colombia vivió una profunda reforma institucional, liderada por el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo, que llevó a Bogotá a tener su propia ‘revolución’.
Si a nivel nacional nacieron el ICBF, el ICFES, Colciencias, la Superintendencia de Industria y Comercio, el Inderena -posteriormente Ministerio de Ambiente-, y Colcultura, que luego se transformó en ministerio; en Bogotá, los aires de renovación dieron vida a tres secretarías: Planeación, Salud, y General.
Desde entonces y durante las últimas cinco décadas, la Secretaría General ha asumido retos en diversos sectores, y con resultados muchas veces replicados a nivel nacional. Es el caso de la Agencia de Defensa Jurídica y de Colombia Compra Eficiente. Igualmente, el Programa Nacional de Servicio al Ciudadano inspirado en el modelo distrital (hoy con siete SuperCade, 18 Cade y 32 RapiCade), que fue pionero en el país.
La coordinación y orientación al resultado han sido el reto mayor para una gran organización como la bogotana, cuyos objetivos funcionales son especializados, y donde un gran obstáculo para lograr ejecuciones sobresalientes, muchas veces, ha sido la interdependencia de acciones. De ahí que el alcalde Enrique Peñalosa elevara los retos de la Secretaría General.
La tarea implicó una reorientación estratégica en esta dependencia, y la conformación de un equipo de trabajo para asegurar la provisión de bienes y servicios (Delivery Unit) y una microcoordinación para sacar adelante los proyectos de mayor complejidad y superar los cuellos de botella. Asimismo, la actualización de los sistemas de información, bajo estándares de gestión e información, con calidad y oportunidad para la toma de decisiones.
Un gran paso ha sido la implementación del Modelo Integrado de Planeación y Gestión (MIPG) que reúne políticas de contratación, transparencia, talento humano, finanzas, archivo, y control interno bajo un eje central de eficiencia. Nuevamente, Bogotá adelante, pues en este caso –y gracias a la coordinación con el Departamento Administrativo de la Función Pública–, es la primera ciudad capital del país en adoptar este modelo.
Liderar una organización compleja requiere definir, al menos, dos elementos gerenciales estratégicos: la misión (que responde al ¿qué?); y los valores (que responden al ¿cómo?). La primera está contenida en el Plan Distrital de Desarrollo, y se resumió así: estamos haciendo de Bogotá una ciudad que propicia las condiciones para el desarrollo pleno del potencial de sus habitantes.
El cómo se dio con la adopción del Código de Integridad del Distrito que declaró como valores de la administración la honestidad, el compromiso, la justicia, el respecto y la diligencia, un marco para que más de 77 mil servidores trabajen coordinadamente y con la autonomía requerida para decidir.
El fortalecimiento institucional llevó, además, a las secretarías General y de Gobierno, y a la Veeduría Distrital, a impulsar el primer Conpes distrital que establece la Política Pública Distrital de Transparencia, Integridad y No Tolerancia con la Corrupción. Bogotá es la primera ciudad capital, no solo de Colombia sino de Latinoamérica, en tener un plan claro en la lucha contra la corrupción en la próxima década.
Estos cincuenta años arrojan resultados y acciones como un buen augurio del nuevo rol de la Secretaría General y de las capacidades institucionales del Distrito. Los ciudadanos pueden confiar en sus instituciones, y en la capacidad de su equipo de trabajo para asumir los retos, ahora y en el futuro, en la construcción de la nueva Bogotá.
Raúl Buitrago Arias
Secretario General, Alcaldía de Bogotá