La independencia y credibilidad de la figura de los bancos centrales en el mundo ha sido crucial en la historia reciente para mantener a flote la economía mundial. En los últimos diez años la política monetaria en los países desarrollados se ha caracterizado por ser expansionista, con tasas de interés bajas, incursionando incluso en métodos no tradicionales de estímulo.
Lo anterior se ha dado debido a una baja inflación y a que la credibilidad en estas instituciones ha logrado mandar señales adecuadas a los mercados. Mientras los precios estén controlados, la política monetaria puede seguir estimulando la economía.
La credibilidad en los bancos centrales también ha jugado un rol clave en los países en desarrollo. Gracias a bancos centrales independientes y con alta credibilidad, como el Banco de la República, se ha podido, en periodos de bajo crecimiento, mantener tasas de interés bajas ayudando a la recuperación económica sin afectar las metas de inflación y crecimiento de largo plazo del país.
Por el contrario, en países en los que no hay credibilidad en la política monetaria y los bancos centrales no son independientes, la inflación es alta y volátil, lo que no permite que las tasas de interés bajen.
Este es el caso de Argentina, Indonesia y Turquía, que en repetidas ocasiones han intentado modificar los mandatos del banco central hacia un régimen más populista de emisión indiscriminada de dinero. Estos intentos han terminado en inflaciones estructuralmente altas, mayores a 20%, o incluso hiperinflaciones y recesiones profundas y duraderas.
La historia reciente, especialmente en países emergentes, ha mostrado que cambiar los mandatos de los bancos centrales y quitarles independencia, a pesar de lo atractivo que pueda sonar la emisión de dinero no controlada, no termina bien porque el costo en crecimiento de corto y largo plazo es muy alto y la inflación permanece en niveles no deseables.
Recientemente países como Turquía (vuelve y juega) y Estados Unidos han puesto en tela de juicio la independencia de sus bancos centrales, en tanto que, Erdogan en Turquía, y Trump en Estados Unidos, critican abiertamente a la política monetaria, pues consideran que no está ayudando a mantener o a recuperar la economía. Además, rechazan que las tasas de interés estén relativamente altas en un momento de debilidad económica o de baja expectativa sobre el PIB.
Otro hecho teórico que se ha comprobado en la práctica es que la política monetaria, aunque puede ayudar en el corto plazo a la actividad económica, manteniendo tasas de interés bajas por un tiempo, no es capaz de arreglar problemas estructurales de la economía como la baja productividad, desbalances externos estructurales o envejecimiento de la población. Problemas que enfrentan no sólo Estados Unidos y Turquía, sino otros países emergentes como Colombia.
Las políticas adecuadas para solucionar estos males están relacionadas con mejor educación, mejor infraestructura del país para lograr elevar el crecimiento potencial y mantener bajo control la inflación vía crecimientos permanentes de la demanda agregada y mejoras en el comercio internacional.
Culpar a la independencia de la banca central y al régimen de inflación objetivo por no tener mayores crecimientos parece ser más una cortina de humo para tapar la incapacidad de la política económica de aumentar la productividad de largo plazo y lograr crecimientos mayores y más duraderos.
No hay que modificar algo que está funcionando (como la política monetaria), sino encontrar la solución a las problemáticas existentes, con ayuda de lo que ya está funcionando.
Sergio Olarte
Economista principal de Scotiabank Colpatria