La corrupción en América Latina es, ante todo, un tema cultural y social. No es un mal enquistado solo en el sector político y el gobierno; aunque, sin duda, esta sea la más visible de las aristas, la más alarmante y, por supuesto, altamente contaminante del conjunto. Frente a esta problemática, lo que se necesitan no son más leyes, sino que se cumplan la existentes. En Colombia contamos con 17 mil –léase bien– 17 mil, que no tienen ninguna utilidad.
Ante la problemática y la necesidad de pensar estrategias eficientes para combatir la corrupción, quiero invitar a los lectores a que consulten el trabajo del movimiento ‘Mexicanos contra la corrupción y la impunidad’, el cual fue invitado a Medellín a la reciente versión del Festival Gabo de periodismo. Fue finalista en la categoría ‘Cobertura’, con una rigurosa investigación en la cual se presenta el mecanismo de corrupción implementado en los más altos niveles del gobierno, y que permitió el desvío de millones de dólares de fondos públicos por medio de universidades que sirvieron de intermediarias para que los recursos terminaran en manos de empresas fantasmas.
El movimiento, liderado por el reconocido líder empresarial Claudio X. González Guajardo, es educador, y si agregamos el cómo opera y sus resultados, vale la pena priorizarlo a la hora de discutir cómo apoyar efectivamente desde la sociedad civil el Pacto Anticorrupción en Colombia, que cada vez gana más espacio.
El Movimiento tiene como premisa que los mexicanos no están condenados a la corrupción, a pesar de que aparezca como una condición casi fatal en la historia de ese país; una costumbre arraigada y aceptada, dicen los más cínicos.
Su finalidad no es simplemente combatir la corrupción, sino ante todo la impunidad. Pero su objetivo superior es construir Estado Social de Derecho y cultura de legalidad. Trabajan en cuatro frentes: investigación aplicada, investigación periodística, litigio estratégico, comunicación y movilización. Tienen claro que no basta con la denuncia y la incidencia en la opinión pública, sino que, además, se requiere construir una ruta decidida del Estado y de sus instituciones, con la participación de la sociedad organizada y de ciudadanos empoderados para tal fin, que vaya restando espacio a los ambientes propicios para ese terrible mal.
Importante resaltar que las regiones tienen como foco estratégico de transformación institucional. No esperan cambios mágicos de todo el Estado, sino que generan movimientos regionales, más cercanos a los ciudadanos. Para ello tienen distintas estrategias como brindar becas a periodistas de diferentes ciudades del país que investigan temas judiciales.
En tiempos como los que corren, donde la desesperanza ante problemáticas sistémicas como la corrupción es muy frecuente, hay que apropiar experiencias como la comentada, que, de manera coordinada con muchas organizaciones de la sociedad civil, logran resultados que fortalecen las democracias. Lo que demuestra el poder y la fuerza de la ciudadanía. El movimiento ‘Mexicanos contra la corrupción y la Impunidad’, es prueba de que el profesionalismo es el mejor antídoto contra el clientelismo y que sí existen alternativas ciudadanas eficaces para combatir uno de los peores males que padece América Latina.
Rafael Aubad
Presidente de Proantioquia
raubad@proantioquia.org.co