No puede haber mejor coyuntura que el cambio de gobierno para urgir la toma de decisiones económicas de un país que, hace solo cinco meses, fue catalogado en el Informe de Desarrollo Humano de la ONU como el tercero más desigual del mundo. En Colombia urge poner en primera línea a las microempresas, en las cuales está la oportunidad para disminuir los índices de inequidad y pobreza, pues constituyen la mayor fuerza económica y social del país.
Las cifras hablan por sí solas: las microempresas que están constituidas por trabajadores por cuenta propia y pequeños establecimientos, representan cerca del 90 por ciento del sector productivo, y según el Dane es responsable de 35 por ciento del PIB y genera 80 por ciento del empleo. El país está ‘endeudado’ con los microempresarios, muchos de ellos tienen entre sus líderes a emprendedores que ven cómo sus proyectos de vida mueren o se debilitan por la falta de una política que reconozca las particularidades de este tipo de empresa.
Para estos importantes jalonadores de empleo nacional resulta clave tener una opción financiera formal, mientras huyen de alternativas como los llamados ‘pagadiarios’ o ‘préstamos gota a gota’. El microcrédito es una herramienta eficiente al momento de atender los cerca de más de 3,5 millones de microempresarios y negocios por cuenta propia.
En los últimos años, el sector microfinanciero ha cambiado, hay más actores del sistema especializados para llegar a ese segmento poblacional, y cada vez cobra mayor importancia en el sistema financiero. Por eso, desde Asomicrofinanzas solicitamos al Gobierno Nacional políticas y estrategias que les permita mejorar su capacidad de ahorro y aumentar el potencial exportador, y dirigidas no solo a los microempresarios de las ciudades, sino a los del campo, donde la inequidad y la pobreza es mayor.
Sería pertinente que el gobierno de Iván Duque, contemple incluir una adecuada atención a los microempresarios y los negocios por cuenta propia para fortalecerlos, y no situarse ante ellos solo en términos fiscales. Y con respecto a su formalización, es importante que se vea como un proceso, y no que con un decreto ya está todo dicho y hecho. Buena parte del esfuerzo debe estar orientado hacia la educación y creación de mentalidad empresarial.
Así resulta fundamental, invertir en el conocimiento de los microempresarios, en su conexión con los mercados, su cultura e ingreso en redes empresariales y apoyarlos con las cadenas productivas.Por eso reiteramos que no nos podemos contentar con tener familias ‘menos’ pobres, necesitamos tener muchas más familias empresarias, con posibilidades de más y mejor bienestar, gracias a sus esfuerzos y no obligarlas al universo de los subsidios indefinidos. Que encuentren en el Gobierno políticas que las hagan crecer y saltar con garrocha y no encuentren obstáculos para la sobrevida empresarial.
Para hablar de todo lo anterior, conocer experiencias extranjeras y buscar más y mejores caminos para los microempresarios, tendremos nuestro congreso anual a partir del próximo 16 de julio en Cartagena, donde presentaremos algunas propuestas y haremos un llamado para que los sectores público y privado trabajemos en equipo en la búsqueda de un país que encabece listas de la ONU diferentes a la de la desigualdad.
María Clara Hoyos J.
Presidenta Ejecutiva de Asomicrofinanzas