Alarma la incapacidad de agentes e instituciones financieras de aprender de los errores, cayendo, repetidamente, en ellos como parte de ciclos de desregulación –prosperidad, alimentada por innovaciones–, euforia desproporcionada con riesgo imprudente –explosión de la burbuja– de rescate.
Varios factores hacen aparecer como irracionalmente optimistas las expectativas de los inversores en Estados Unidos, que han reaccionado a la reducción de impuestos y la desregulación con una exuberancia miope frente a la consecuente explosión en la deuda pública estadounidense, que presionará al alza las tasas de interés, y a las consecuencias de las guerras comerciales de Trump con su disrupción de las estructuras internacionales del comercio y de la producción (sistemas de producción internacionalmente integrados).
Entre estos factores se cuentan: los análisis estadísticos sobre ciclos financieros; los niveles de endeudamiento en toda la geografía universal (particularmente en China); el final de la era de recursos baratos, y la vulnerabilidad/plausibilidad a/de una reversión de las expectativas que alimentan altos niveles de deuda de riesgo y de sobrevaloración de activos en EE. UU. y China, anunciando la corrección de esta en una crisis.
Se viene replicando el proceso y la estructura de la crisis del 2008, siendo que solo hasta ahora, diez años después, se ha logrado una recuperación sincrónica de las economías. Las similitudes son alarmantes. La gran recesión, que golpeó especialmente a los países desarrollados, tuvo su origen en la forma como financistas construyeron unos castillos de naipes acumulando capas de derivados que ocultaban que algunas de las innovaciones financieras, generadoras de un exorbitante entusiasmo, estaban basadas en deuda hipotecaria extremadamente riesgosa (subprime); estructura que colapsó con la explosión de la burbuja inmobiliaria.
Este proceso es una muestra paradigmática de las consecuencias de lo que los economistas llaman información asimétrica (en este caso ocultamiento de información de los financistas a los inversionistas más allá de la asimetría informacional que caracteriza los mercados financieros), la cual genera fallas en los mercados financieros, conocidas como selección adversa y riesgo moral.
En el 2008, los financistas que tenían la información acerca de la verdadera estructura de estos activos tóxicos inducían con altas rentabilidades a inversionistas a seleccionar estos activos para incluirlos en su portafolio, en lugar de activos menos riesgosos (selección adversa). Como entonces, se construyen activos con bases deleznables –ahora empresas chinas presentadas con activos inflados–, que, mediante un proceso conocido como reverse merging, se fusionan con empresas americanas inoperantes, pero que tienen ya acceso al mercado accionario. Esto como parte de una ola de optimismo generalizado y miope en su apuesta por la continuación de la sobrevaluación, una burbuja/bomba de tiempo en EE. UU. y en China, como la que tuvo lugar en EE. UU. y Europa, basada en titularización de las hipotecas, que igual explotará corrigiendo precios y el valor de activos y acciones –una nueva crisis financiera–.
Como en la crisis de las hipotecas, los agentes reasumen sus papeles en esta historia de una muerte anunciada. Las agencias calificadoras de riesgo cobran su comisión sin hacer su trabajo (verificar el valor de los activos en China). El gobierno de Trump reversa las regulaciones instauradas por Obama para evitar otra crisis financiera como la del 2008, a la cual contribuyó a la desregulación Clinton-Greenspan. Los financistas le apuestan a la continuación de la burbuja en los precios de los activos (algunos de los cuales no tienen base real proporcionada), comprando long (para ganarse el alza); aunque, también como en la anterior crisis, algunos están ya apostándole a la corrección de los precios vendiendo short (para ganarse la caída).
Y en ese proceso la confianza en un bail out incentiva riesgos imprudentes con la expectativa (la segunda falla: el riesgo moral) de que el Gobierno intervendrá para contener la crisis y evitar el contagio.
Como es sabido, uno de los aspectos más destructivos de una crisis es que puede generar un círculo vicioso de feed back positivo entre los sectores financiero y el real, siendo que ya hay síntomas de que la recuperación de este está deteniéndose (según C Legard IMF). Sería fatal si los dos riesgos que he referido repetidamente, Trump y el de una crisis de deuda en China (en donde el gobierno ha mantenido su dinámica económica con una expansión monetaria/crediticia monumental), se combinaran con una crisis financiera en EE. UU., y/o una deflación por la forma como el alza en la tasa de interés frenaría el prolongado ciclo expansivo. Esto, junto con el retorno de capitales a EE. UU., debido al alza en los emergentes y a un contagio de Turquía y Argentina, que erosione la confianza en los mercados financieros globales, podría sumir la economía global en una crisis-depresión globalizada.
Ricardo Chica
Consultor en desarrollo económico