Por muchos años Argentina ha sido, tristemente, el “laboratorio de patología” de las crisis financieras sistémicas, a un costo social enorme para su población.
No es poca tragedia pasar, en menos de cien años, de ser uno de los países más ricos del mundo - en términos de Producto Interno Bruto (PIB) per cápita - a un país emergente, relativamente pobre, enfrentando desde 1950 una recesión económica cada tres años y nueve crisis de deuda externa soberana, tres de las cuales desde el año 2000 (Kemal Dervis y Sebastián Strauss, Argentina must not waste its Crisis, Brookings Op-Ed, octubre 3, 2019).
Este caos económico, aparentemente interminable, ha sido en gran medida provocado por un sistema político disfuncional, dominado por la “plaga” del Peronismo en el Siglo XX, que combina populismo, nacionalismo, antielitismo y corporativismo - no muy diferente al fascismo italiano de donde proviene.
Desde mediados de los años 1980 tuve el privilegio, y el sufrimiento, de participar directamente en las múltiples crisis Argentinas, siendo testigo de primera fila de la desastrosa salida de la convertibilidad, con un caso bastante único de “pesificación asimétrica”. Sobre este episodio escribí, con un colega del Banco Mundial, un documento de trabajo documentando los errores de una salida precipitada de la convertibilidad, el cual “creó ampolla” cuando se publicó, pero con el tiempo se volvió un clásico de los problemas de pesificaciones asimétricas, mostrando lo que sucedió en los tres libros de diferentes monedas que manejaban los bancos: peso argentino, monedas indexadas y dólares (ver J.Gutiérrez y F. Montes Negret, Argentina’s Banking System: Restoring Financial Viability, WP #2, WB Office for the Southern Cone, WP # 28081, Banco Mundial, 2004).
Más recientemente, las complejidades del caso argentino ilustran las dificultades que enfrentan los técnicos que buscan implementar políticas económicas racionales y los peligros del aparente fracaso del presidente Mauricio Macri al optar por el gradualismo en su programa de estabilización, vacilar en atenerse a las metas de inflación que minaron la credibilidad del programa, y a la multiplicidad de objetivos que se buscaron cuando se tenía un menor número de instrumentos de política (el famoso “problema de Tinbergen”). Más allá de esas deficiencias, esta nota presenta una larga lista de los problemas más agudos que se enfrentan en la implementación de la política económica en general.
Para responder la pregunta que me formulo en el título de este escrito hay que tener en cuenta por lo menos las siguientes dificultades: (1) Los “tradeoffs” en términos de objetivos y - posiciones encontradas de los diferentes grupos (“stakeholders”) que enfrentan conflictos de intereses reales; (2) La percepción, a menudo equivocada de que enfrentamos “Zero-sum games” –casi siempre hay una cierta miopía de los agentes económicos–, quienes piensan que lo que yo no gane es una pérdida para mi y una ganancia para otro agente económico, cuando en realidad hay muchas situaciones en la que todos ganan (“win-win”); (3) La presencia de expectativas y rezagos en reconocer e implementar las políticas - las cosas se anticipan, ya que los agentes económicos responden a expectativas, o los efectos de las decisiones suceden con rezagos largos o cortos y a menudo variables; (4) Aceleradores de algunas variables que se refuerzan o empujan a otras en un juego dinámico complejo;(5) Efectos circulares en los cuales (“loops”) donde algunas variables se auto-alimentan y amplifican su impacto; (6) Pobre entendimiento del contexto económico y de la economía política del momento al tomar las decisiones, junto con falta de información y entendimiento de los problemas; (7) Consecuencias inexperadas, donde muchas veces “salen los tiros por la culata” o suceden efectos no anticipados; (8) Obstáculos legales- que limitan las opciones de política; (9) Pobre Comunicación de los objetivos que se buscan (Ecuador?); (10) Trayectorias de las variables (“path dependent”) en las cuales las variables a veces tienen “vida propia” y no es fácil cambiarles su trayectoria, particularmente si no hay credibilidad en los ejecutores de las políticas; (11) Falta de entendimiento entre los tecnócratas y los políticos (Bello: The Limits of Technocracy”, The Economist, Agosto 24, 2019); (12) Exceso de ambición - buscando todo puede terminar en nada; (12) Seguir una secuencia equivocada en la implementación de las políticas; y (13) Equivocarse en la velocidad en la implementación de las políticas - gradualismo versus terapia de choque.
Esta enorme e incompleta lista de riesgos hace de la política económica tanto una ciencia como un arte, si bien el cortoplacismo y las debilidades institucionales de Argentina requieren de un total replanteamiento y un acuerdo nacional que no ha existido en el último siglo!
Los optimistas creen que Argentina por fin ha tocado fondo, ojalá tengan razón! (J. Timerman, “Message of Unity is Resonating for Argentines”, NYT, Octubre 14, 2019).
Fernando Montes Negret
Economista Financiero