La situación socio económica sigue en franco deterioro, y son cada vez más los venezolanos que huyen de su país. Llegan a Cúcuta con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida, recorren el país asentándose en distintas ciudades, y otros más siguen su camino hacia el sur en busca de oportunidades o de reunificación familiar. Mientras tanto, y desde hace mes y medio, ante el incremento y dimensión del flujo migratorio, los principales países receptores de América Latina, Perú, Chile y Ecuador están exigiendo nuevos requisitos restringiendo el ingreso a sus territorios..
Está cruda realidad parece alejar la idea impulsada por Colombia y acogida por Naciones de Unidas de la urgente necesidad de una mayor cooperación y coordinación de las políticas migratorias de los países de la región para una gestión exitosa del éxodo venezolano. Las dificultades para su materialización convierten a Colombia cada vez más en un país “tapón” de un flujo migratorio imposible de contener en nuestra frontera, y con proyección hacia América Latina.
El panorama se vuelve más desafiante ante el hecho de que el desenlace político del vecino país sigue siendo incierto, y la luz al final del túnel se ve cada vez más lejana. Si al diagnóstico equivocado de inicio de este año sobre la salida inminente de Maduro, se suma la carencia de resultados rápidos para mostrar, frutos del diálogo entre el gobierno y la oposición, esta última enfrentará conflictos internos y la desmotivación será mayor entre los venezolanos.
En el plano externo hay una fatiga internacional. Sobre todo, después del inicio de un año álgido y mediático, seguido por eventos que generaron altas expectativas y que no se concretaron como el fallido ingreso de la ayuda humanitaria desde Colombia a Venezuela, y la ausencia de una fractura militar que depusiera al gobierno actual. Dado el contexto desafiante, el gobierno de los Estados Unidos, diariamente, trata de mantener el foco en el caso Venezuela.
Elliott Abrams, el enviado especial de la Casa Blanca para Venezuela, no solo volvió a poner sobre la mesa que no se puede descartar el uso de la fuerza, sino que anunció más sanciones, e incluso advirtió la posibilidad de extenderlas a los rusos por el apoyo dado al régimen.
Se vuelve así a confirmar que Venezuela hace parte del tablero geopolítico internacional. Los intereses de Rusia, China y los Estados Unidos son distintos, y si bien con este último los intereses motivadores por el retorno de la democracia se comparten con Colombia, el resto de intereses no son necesariamente los mismos.
Colombia está llamada a conducir la política exterior hacia Venezuela con cierta autonomía, pragmatismo y prudencia. Ninguno de los anteriores países comparte la frontera que compartimos con Venezuela, ni estarían dispuestos a asumir los costos directos de situaciones que se suman al flujo incesante de venezolanos, y otras que llevarían a confrontaciones de más alto perfil y consecuencias directas más desgarradoras.
Francesca Ramos
Vicedecana Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Especial para Portafolio.co