Con mucho entusiasmo se ha venido discutiendo en las últimas semanas la llegada de la cuarta revolución industrial a nuestro medio. Hago parte de tal discusión como promotor de Ruta N desde sus inicios. Institución que desde Medellín fomenta de manera sistemática la innovación en la ciudad y en Colombia, atrayendo empresas, inversión y talento humano en nuevas tecnologías y fortaleciendo un ecosistema favorable a la ciencia y la tecnología como verdaderos motores del desarrollo.
Precisamente, Ruta N será el laboratorio internacional de la cuarta revolución industrial en el marco de una red mundial de laboratorios en las tecnologías del siglo XXI, promovida por el Foro Económico Mundial. De manera que debemos y estamos ahí y, por supuesto, buscando aprovechar al máximo tan importante circunstancia global para aumentar nuestra productividad, pública y privada y afianzar dinámicas virtuosas de nuevos negocios. El propósito superior debe ser mejorar la calidad de vida de todos los colombianos.
Trasformar el país desde la era digital, como lo plantea el Consejero del Gobierno Nacional, requerirá estrategias muy robustas de formación de talento humano, con adaptaciones estructurales en los sistemas de formación técnica, profesional y para el trabajo. Existe una clara tendencia en los referentes de las nuevas necesidades laborales, a las certificaciones rápidas e incluso desde las empresas. Nuestra idea, sin embrago, es que estas iniciativas deberían inscribirse como complementos a una mejor calidad educativa y fortalecer la retención escolar en la educación básica y media. Necesaria para una visión virtuosa y de largo plazo de la calidad educativa.
Algunos datos del ambiente preocupante de la educación media en nuestro medio son elocuentes frente a la necesidad de que las nuevas demandas laborales nos ayuden a superarlos.
* Solo el 55 por ciento de los jóvenes de 16 a 24 años se gradúa en dicho nivel.
* El 50 por ciento de jóvenes entre 14 y 24 años están desescolarizados: 4,5 millones.
* El 42 por ciento (14-16 años) de los inasistentes no les gusta ni interesa asistir al colegio. Significativamente, los hombres expresan mayor desinterés y falta de gusto por asistir (49 por ciento) vs. mujeres (19 por ciento).
* Quienes no se gradúan se pierden de, en promedio, 16 por ciento más de ingresos en su trabajo que los que si lo hacen.
* Quienes no se gradúan aumentan en 20 por ciento las probabilidades de ser trabajadores informales.
De manera lógica en este contexto alguien dirá, ¿cuál es el problema? Focalicémonos en formar en las nuevas competencias a esos 4,5 millones de niños y niñas (ni estudian, ni trabajan). Por supuesto que sí, y sería una enorme revolución, pero en el marco de que también sea la oportunidad para volverlos a enrutar hacia aspiraciones educativas más amplias y mayores contextos educativos de progreso personal y social. Un dato adicional sobre la educación media refuerza esta perspectiva: los empleadores, en general, se quejan de las debilidades en competencias socioemocionales y de pensamiento de los recién egresados de la educación media.
Como nos recuerda la Unesco, una educación de calidad es la que logra en los estudiantes desarrollo cognitivo, afectivo, creativo y del pensamiento crítico, actitudes cívicas y democráticas; escolarización y retención. Si queremos que también la educación sea un factor de equidad, hay que aprovechar las oportunidades tempranas para el trabajo, pero manteniendo como norte mejor y más larga formación integral para todos. Ojalá, Fecode aportara en cómo lograr escuelas oficiales más cercanas a las inexorables tendencias de las nuevas tecnologías, en un marco de mejoramiento de las oportunidades educativas para todos.
Rafael Aubad
Presiente Ejecutivo Proantioquia