Para quien sepa que el precio del petróleo es el principal factor a la hora de definir la tasa de cambio en Colombia, lo ocurrido ayer en los mercados de divisas no tiene aparentemente ninguna lógica. Y es que mientras las cotizaciones del crudo seguían su camino hacia los 80 dólares el barril –en el caso de la variedad Brent–, el billete verde se volvió acercar a los 2.900 pesos, tras experimentar un alza superior al 2 por ciento.
La explicación, a decir verdad, reside en otro lado. Para comenzar, está el nerviosismo que generan algunas economías emergentes, cuya estabilidad no está asegurada. Aparte de que Argentina continúa pendiente de lo que le diga el Fondo Monetario Internacional, que se dispone a estudiar una solicitud de recursos por, al menos, 20.000 millones de dólares el próximo viernes, ahora Turquía acaba de agitar las aguas.
El responsable de la turbulencia no fue otro que el mandatario Tayyip Erdogan, quien durante una visita al Reino Unido dejó entrever que tomaría controles para evitar la volatilidad de la lira si triunfa en las elecciones del mes que viene. Dado que el actual presidente tiene a la oposición en retirada, la amenaza fue tomada en serio y llevó a una nueva caída de la moneda turca en los mercados.
Como sucede en estos casos, el contagio no se hizo esperar. Desde Brasil hasta Suráfrica, lo que se vio fue el fortalecimiento del dólar, alentado por las buenas noticias provenientes de Estados Unidos. Los datos sobre compras al detal confirman que el consumo avanza a buen ritmo, lo cual consolidaría las presiones inflacionarias y llevaría a nuevas alzas en las tasas de interés en ese país.
Y aunque esos cálculos no son más que una especulación, la rentabilidad de los títulos del Tesoro norteamericano subió otra vez en el mercado secundario. Mejor rendimiento a menor riesgo es algo que atrae mucho a los inversionistas, responsables del encarecimiento del dólar, que estaría mucho más arriba en Colombia, de no ser por los hidrocarburos.