Tal como lo esperaban los expertos, la inflación en Colombia durante mayo mostró un avance que podría calificarse como un punto de inflexión en el comportamiento de la carestía. Según lo reportó el Dane anoche, el aumento en el Índice de Precios al Consumidor el mes pasado ascendió a 0,25 por ciento, apenas dos centésimas por encima del guarismo registrado en igual periodo del 2017.
Aún así, el comportamiento del indicador llegó al 3,16 por ciento anual, que supera la cifra observada en abril. Sin duda, factores como el abastecimiento de algunos alimentos y el incremento en el valor del galón de gasolina contribuyeron a este desempeño.
A pesar de lo sucedido, hay calma con respecto al comportamiento de la canasta familiar. Tal vez con la notoria excepción de los combustibles, no existen presiones evidentes en otros frentes. La tasa de cambio se mantiene en niveles manejables y la abundancia de la temporada de lluvias sigue ayudándole a la productividad del campo.
Por tal motivo, no hay elementos para esperar un cambio en los lineamientos definidos por el Banco de la República. En otras palabras, la tasa de interés que les cobra el Emisor a las entidades financieras por darles liquidez temporal seguiría en 4,25 por ciento anual.
Falta, sin embargo, que el menor costo del dinero se traduzca en una mayor reactivación del consumo, superior a la observada en el primer trimestre del año. Para que eso suceda, la incógnita que hay que despejar será la política. Es conocido que algunos contratos de compraventa están atados al desenlace de las elecciones presidenciales.
Por lo tanto, así en el frente inflacionario siga vigente un relativo parte de tranquilidad, solamente hasta pasada la cita del 17 de junio se podrá tener un pronóstico más claro acerca del comportamiento de la demanda interna. Las condiciones objetivas son más favorables que antes, aunque queda por responder quién gobernará a Colombia en próximo cuatrienio.